Entrada elaborada por
Pepe
el
Noche cerrada. Calle solitaria. El silencio impera por cada uno de los recovecos humedecidos por la escasa lluvia que acaba de arreciar. Estás solo. Solo con la luna, la misma calle y un siseo extraño que te resulta familiar: unos pasos por la espalda. Te detienes y te giras. No hay nadie. Sigues solo. Probablemente, tus oídos hayan percibido algo que han mal catalogado. Reanudas la marcha. Y con ella, y a los pocos segundos, vuelve el siseo. Efectivamente, son pasos. Pasos a tu espalda, aunque ahora no te giras, solo sigues adelante mientras en tu mente solo resuenan esos siseos. Son tenues, pero con ese pequeño deje que los hace audibles. Audibles, pero sigilosos. Sigilosos pero incómodos. Incómodos hasta el punto de ver aumentar el ritmo de tu caminar. No es por nada, pero quieres dejarlos atrás. No obstante, estos también se aceleran, incluso mitigan su sigilo en pos de una carrera. Carrera que, sin tener que pensarlo, va a al compás de la tuya. Porque ya no caminas, estás corriend...
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones