Hola,
a cualquier comisario o inspector de policía que llegue a leer esto. Envío esta
carta, más o menos anónima, para la jefatura de policía como propio testimonio
de un hecho grave que se os pasó desapercibido. En su momento hubo la
pertinente investigación del suceso, pero al no encontrar nada concluyente se
determinó que fue una muerte accidental o natural dada la avanzada edad de la
víctima.
Yo, en aquella época, ocupaba un
apartamento en un bloque próximo al de la difunta y aunque nos separaba el
parque, su vivienda (un viejo inmueble de dos plantas) era una de las pocas
luces que cuando yo por la noche salía a fumar a la terraza veía al otro lado.
Fue una madrugada de bochorno estival,
serían más de las tres, y después de dar un centenar de vueltas en la cama
rompí mi costumbre de no fumar o beber después de media noche. Con una cerveza
recién sacada de la nevera y media cajetilla de tabaco me senté en la terraza.
Enfrente, una tenue luz me indicó que la vieja de los gatos (así la conocían
todos) estaba todavía despierta.
No le di mayor importancia hasta que
como en unas sombras chinas, a través de la cortina me pareció percibir un
forcejeo que apenas duro unos instantes. En mi estado de vigilia me quedé
intrigado y fui a buscar un visor óptico (por mi profesión tengo ese tipo de
material a mano) para tratar de identificar mejor lo que hubiera podido pasar.
Cuando escudriñe la escena con mi objetivo
profesional pude ver a alguien salir con paso ligero del portal. Aunque el
sujeto se alejó rápido y entre las sombras de la noche, sus andares, en
especial esa particular cojera de aquella desgarbada silueta lo identifiqué
como sobrino de la anciana que quedó después descartado al tener una coartada
que seguramente no se comprobó exhaustivamente; mal trabajo policial y falto de
interés por la víctima.
Yo fui quien hizo aquella misma noche
una llamada al 112 con uno de mis números se prepago, pero cuando llegaron y
vieron un frasco de pastillas vacío pensaron que la buena mujer
inconscientemente o deprimida se las había tomado. La policía cuando al rato se
personó no hizo más que corroborarlo si entrar en más detalles. Lo sé porque a
los dos días salió una escueta noticia, contando todo esto, en la página de
sucesos de la prensa local.
Por mi itinerante trabajo me tuve que
ausentar de mi piso franco y no fue hasta el varano siguiente que volví a mi
nidito a descansar unos días cuando pude atar todos los cabos sueltos del caso;
empezando por el móvil. La señora en cuestión era la propietaria no solo de su
inmueble, sino de los otros tres colindantes usados como oficinas y bajos
comerciales.
A media mañana vi al sobrino, con sus
descompasados andares, seguido de dos buitres con traje y sendos maletines,
para liquidar el último local que seguía abierto, una vieja librería de segunda
mano que en más de una vez me vino al pelo para satisfacer mi segunda gran
afición. El vallado y demolición de los cuatro inmuebles de la vieja de los
gatos fue en esa misma semana. No tuve que investigar mucho para saber que el
susodicho era un palomo cojo muy conocido en los ambientes de juego
clandestino, donde las deudas son sagradas para los prestamistas.
El adelantar la muerte de la tía sería
para él de vida o muerte por los usureros y ahora el promotor también le
estaría metiendo prisa para echar a los inquilinos. Bueno, en la hemeroteca, en
un recorte de sociedad, encontré que la vieja había apadrinado un albergue de
mascotas al que el truhan de su sobrino tendría que seguir sosteniendo. Bien, y
si no hay sobrino, todo irá para el albergue de peludos.
Vale, como la policía no hizo su
trabajo, yo sí haré el mío. Acabo de adquirir una mira telescópica para mi
rifle (que estoy deseando probar) y como sicario tengo una merecida reputación,
aunque ninguno de mis clientes me conozca o haya visto jamás. El apartamento,
por si ahora os da por investigar más la muerte del sobrino, no está a mi
verdadero nombre y figura como un piso de verano sin arrendatario fijo. De
hecho, todas las veces que yo he venido ha sido, como buen profesional, con un
aspecto diferente, así que podréis llenar todo el tablero de corcho con mis
retratos robot.
Por si os interesa, en mi selecto
ambiente (no soy nada barato) me conocen como El Chacal.
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