GALA DE PREMIOS 47ª Ed. Autor Anónimo

El graderío se iba llenando de espectadores, aros concéntricos de cuerpos expectantes en torno a un entarimado donde ya esperaban los últimos autores de la temporada. Eran veintinueve en total, todos vestidos con una amplia capa que distorsionaba su físico, la cabeza cubierta por una capucha y el rostro oculto tras una máscara veneciana, inidentificables unos de otros. Se hallaban en pie formando un círculo en torno a un reloj de arena, verdadero centro del espacio y de la atención de los presentes, instrumento de mecánica imparcial que desgranaba los segundos libre de pasiones y urgencias, ajeno a la ansiedad de cuantos le rodeaban. Ni los tañidos de las campanas anunciando la llegada del nuevo año provocarían entre los presentes tanta expectación como lo hacía aquel pequeño objeto de vidrio y madera. Con el último grano cayó un manto de silencio sobre el recinto, espeso como la tinta. A través de la única puerta de acceso hizo su entrada el maestro de ceremonias, portando la pluma ...

LA SUSTITUTA, de Anónimo 22


Cuando me mudé a la ciudad, aun no me creía la suerte que había tenido. Encontré un nuevo trabajo como contable en una fábrica de estilográficas local, para llevar los números de su modesta empresa familiar.

En la entrevista, antes de despedirnos me comentaron que, si podía incorporarme en breve, el puesto era mío. No lo dudé ni un segundo ya que las condiciones eran estupendas. Un buen sueldo además de ofrecerme una casa temporalmente, propiedad de la empresa, por un alquiler económico mientras no encontrara otra cosa mejor.

Así que en menos de quince días empecé a trabajar para ellos mudándome a mi nueva casa, muy pequeña, viejita pero muy acogedora. Se notaba que otra mujer vivía recientemente, decorándolo con muy buen gusto.

A los pocos días de trabajar allí, con despacho propio, recibí un email que interpreté como una novatada de bienvenida:

“Estás en mi sitio. No te auguro una estancia demasiado larga, no te acomodes demasiado”.

Con remitente desconocido, algún compañero veterano quería gastarme una broma y permanecer en el anonimato. Lo borré y no le di más importancia. Pensé que ya me ganaría la confianza de mis compañeros y desenmascararía al autor.

Pero unos días más tarde, al regresar del trabajo, llegué a casa y al entrar al baño para darme una ducha, me asusté al ver en el espejo el siguiente mensaje escrito con un intimidante pintalabios rojo:

“¡Esta era mi casa, será mejor que te largues de aquí!”.

Al verlo di un bote hacía atrás y tardé un buen rato en recobrar el aliento. Este mensaje lo encontré de muy mal gusto, no me hizo ninguna gracia que alguien entrara en mi casa mientras yo estaba fuera. Así que después de darle vueltas en la cabeza durante toda la noche, al día siguiente, mientras tomaba un café con una compañera de personal se lo comenté. Me aseguró que era imposible que nadie entrara en mi casa ya que yo tenía la única llave.

Intenté quitarle importancia, pero ya no me sentía segura en aquella casa así que empecé a buscar otras opciones de alquiler lejos de aquel barrio. Mientras no encontrara otro alquiler que pudiera pagar yo sola, decidí adoptar un perro. Era una cosa que quería hacer desde hacía mucho tiempo y ahora su compañía me daría tranquilidad y compañía al regresar a casa. A los pocos días de tenerlo, recibí esta nota mecanografiada entre las páginas del periódico que me dejaban cada día en el buzón:

“Tu perrito es muy simpático.

Te recomiendo que lo saques de mi jardín, si no quieres llevarte un día una sorpresa”.

Esa nota me dejó helada, sin duda era una mujer despechada que ahora las pagaba conmigo. Tenía que enterarme a quien sustituía y quien había vivido en aquella casa antes que yo. Acudí a una de mis nuevas compañeras, la “Radio Macuto” del lugar. Por lo que ella sabía, la antigua contable que fue novia de uno de los hijos del dueño, desapareció de la noche a la mañana, sin previo aviso. Apareció una carta mecanografiada con su renuncia en uno de los cajones de su escritorio.

Esa noticia fue decisiva para mudarme a la primera oportunidad que tuve, a una casa a las afueras de la ciudad. Muy atentos de nuevo en la empresa, me ofrecieron un modesto coche de empresa, para mis desplazamientos particulares y porque en breve tendría que hacer algunos viajes para visitar a los clientes más importantes.

Antes de salir de viaje con uno de los hijos del dueño, responsable del área comercial, que me presentaría a los clientes que íbamos a visitar, decidí llevar el coche al túnel de lavabo, necesitaba una buena limpieza. Al pagar al dependiente y entrar de nuevo en el coche, en el parabrisas aún empañado, un mensaje que se desvaneció en segundos decía:

“Este coche fue mi regalo de cumpleaños, no te conviene utilizarlo”.

Aquella noche no pude conciliar el sueño. Al día siguiente en nuestro viaje de trabajo, durante el largo trayecto en coche que haríamos juntos el jefe del dueño y yo, intentaría sonsacarle alguna información sobre la persona que ocupaba antes que yo mi lugar de trabajo, mi casa y ahora mi coche, y que además había mantenido una relación sentimental con él.

Tan solo conseguí respuestas escuetas y evasivas, además de la versión oficial que ya conocía. Nos quedaba un largo día por delante, quizá por la noche durante la cena en el hotel, podría intentarlo de nuevo.

Pero al regresar de las visitas, en la recepción me entregaron un nuevo mensaje a mi atención, manuscrito con estilográfica:

“Aléjate de él, por tu bien, no te avisaré más veces”.

Estaba agobiada con tantos mensajes amenazadores. Descarté comentarlo en la cena y me fui pronto a dormir preocupada por otro tema. Había detectado bastantes irregularidades en la contabilidad y era importante aclararlo lo antes posible con los dueños.

Al acostarme, una idea me vino a la mente. ¿Tendría algo que ver con la desaparición misteriosa de la contable? ¿Debía denunciar las notas acosadoras a la policía?

A la mañana siguiente me despertó un mensaje en el móvil:

“¡Te lo advertí! ¡Ahora irán a por ti! Yo no soy tu enemigo, ellos sí lo son.

Y cuando descubras su secreto, solo tendrás dos opciones:

Ser valiente y denunciarlos o seguir mis pasos. ¡Te deseo suerte, la necesitarás!”

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