Microrrelatos séptima temporada: La espera

El otro día, en la sala de espera del dentista leí en una revista que, según el instituto de estadística extraterrestre e interplanetaria, la probabilidad de llegar a la nada es tan nula como posible. Es decir, que estamos a un paso de ella tan infinito e insignificante como el punto de vista con el que lo tomemos. O dicho de otro modo, el rango de distancia de esa nada es la misma nada. Lo cierto es que esa espera se me hizo insufrible. "La esencia de todos los hombres se caracteriza por la presencia de la nada", Sartre Y no, aquí no estamos hablando de apagones, a no ser que sean conceptuales, sino de esos momentos donde el tiempo se ralentiza tanto que parece que va hacia atrás. La verdad es que algo paradójico. Y es ahí donde nuestra manera de razonar choca. Porque la espera tiene eso, que desespera. Algo parecido a eso de no querer pensar en el oso blanco. Qué mala leche tenía Tolstoi, pero estaba en lo cierto, porque solo es pensar en querer dejar de pensar en el puñete...

Sesgos cognitivos aplicados a la escritura: cómo crear historias que atrapen la mente del lector.


     ¡Hola, Tinteros!

   Miguel - Tarkion, de iadictodigital.com nos ha enviado este artículo (con sus imágenes y todo) para que lo compartamos en nuestra sección de Taller de relatos. Es un artículo muy interesante que merece la pena leer y poner en práctica. 

      ¡Gracias, Miguel!

(Perdón, Miguel, porque creo que me he liado con las imágenes al ponerlas).



¿Te arrepentirás de haber empezado a leer esto? Probablemente. ¿Vas a parar? Ni hablar.

Advertencia del no-autor (Tarkion): Para escribir esto tuve que liberar a la bestia. Sí, a ese alter ego gamberro e irreverente; un narcisista con teclado que adora el caos narrativo. Lo que sigue es cosa suya. No me hago responsable si te saca de quicio, te da una puñalada trapera o se hace el listillo... aunque te aviso que, entre provocación y provocación, a veces tiene ideas interesantes y útiles para ti como escritor. Escúchalo con precaución (y "algo" de paciencia).


¿De verdad crees que tus personajes piensan con claridad? Vamos… Ni siquiera Tarkion es tan idealista.

La ilusión de que somos seres lógicos y calculadores es el mayor truco de magia que nos ha colado nuestro propio cerebro. Te imaginas llevando tu vida como un ajedrecista imperturbable, pero en realidad, por dentro, tu mente se parece más a una oficina desordenada de funcionarios medio dormidos: las alarmas suenan en bucle, la impresora se ha atascado desde hace días, y el director de operaciones… bueno, el director de operaciones salió a por tabaco hace años y todavía no ha vuelto.



¿Demasiado gráfico? Perdona, a veces mi mente visual se pone intensa... Espera, que aún no has visto nada.

Ese caos mental no es un bug, es una feature. Bienvenido al fascinante (y ligeramente perturbador) mundo de los sesgos cognitivos. Sí, esos “fallos de fábrica” que te hacen creer que comprar otro libro de escritura creativa va a resolver mágicamente el bloqueo que llevas arrastrando desde hace meses.

Pero no me voy a poner filosófico todavía. Lo que de verdad nos interesa es que estos sesgos no solo te afectan a ti como escritor en plena madrugada con la mente saturada, sino que son el combustible premium para que tus personajes sean tan humanos que duelan. No queremos maniquíes con diálogos de tutorial, sino personajes que duden, se engañen, metan la pata hasta el fondo y, lo más importante, arrastren contigo —lector cómplice— a esa maravillosa espiral de malas decisiones.

Y por si esto aún no te parece suficientemente catastrófico…

🎩 Lo que no te cuentan los manuales de escritura: tus personajes también son víctimas del caos mental

Los cursos de escritura te dirán que construyas personajes coherentes, que sus decisiones sean lógicas, que sus motivaciones estén claras… ja. Ja. Y mil veces ja.

La vida no funciona así, y tu historia tampoco debería.

Porque seamos sinceros: la coherencia absoluta es un somnífero narrativo. Lo que nos engancha de verdad, lo que nos remueve por dentro y nos hace devorar páginas, son los personajes que hacen exactamente lo contrario de lo que deberían. Los que, frente a una situación crítica, deciden confiar en un desconocido con pinta de estafador por “corazonada”. O los que se aferran a una idea absurda solo porque les aterra admitir que se equivocaron.

Eso, querido lector (sí, te hablo directamente a ti, que ya me estás dando la razón con una sonrisa interna), es puro sesgo cognitivo en acción.

Y ahora, una confesión rápida (y deliciosa)...

🍬 Caramelos mentales en Halloween (o cómo endulzar al lector sin que lo note)

¿Te has fijado en esa sensación de alivio casi placentero cuando alguien expresa en voz alta lo que tú ya pensabas en silencio? Esa especie de “¡Exacto! Esto lo he vivido yo”.

Pues eso mismo es lo que estoy cocinando para ti, lector incauto pero encantado.

Los sesgos son como caramelos mentales que te dejo caer a propósito en el camino narrativo. Así, sin darte cuenta, estarás experimentando en directo cómo funcionan los sesgos cognitivos aplicados a la escritura: pequeñas trampas deliciosas que elevan la conexión con la historia y te arrastran por el hilo de la trama casi sin esfuerzo. Los recoges casi sin darte cuenta, y cuando por fin adviertes que están ahí… ya es tarde. Estás dentro. Atrapado. Con el bolsillo lleno de dulces sesgos deliciosamente disfrazados de narrativa natural.

Así que no solo voy a hacer que tus personajes sean víctimas de sus propios errores cerebrales. También voy a hacer que tú los compartas. Que te reconozcas en sus fallos, que quieras gritarles que no lo hagan, que sientas esa mezcla de frustración y ternura que sentimos cuando nos vemos reflejados en los demás.

Eso es enganchar de verdad. Y te prometo que lo haré con tanta elegancia que pensarás que solo te estoy contando una buena historia, mientras en realidad estaré bailando con tus neuronas al ritmo de tus propias emociones.




🤔 Pregunta para ti (sí, otra, que no te me escapas)

¿Alguna vez te has pillado defendiendo una opinión absurda solo porque era “tu opinión desde el principio”?

Bienvenido al club. Aquí sirvo sesgos a la carta, y la buena noticia es que —si eres escritor— puedes aprender a usarlos no solo para tu próxima discusión acalorada en la cena familiar, sino para crear personajes que parezcan tan reales que asusten de lo mucho que se parecen a nosotros.

Prepárate, porque después de esto no volverás a mirar a tus personajes (ni a ti mismo) con los mismos ojos.

🧠 El superpoder secreto del escritor: manipular cerebros sin levantar sospechas (o casi)

Si eres escritor y todavía no has explorado la deliciosa posibilidad de manipular las mentes de tus lectores, permíteme darte la bienvenida al siguiente nivel de maldad creativa.

Tranquilo, no vas a acabar esposado en la portada de los periódicos. Aunque, si lo haces, que al menos sea por escribir una historia que reviente cabezas. Eso sí que merecería titulares.

La cuestión es que conocer los sesgos cognitivos no te convierte automáticamente en un villano de James Bond, si bien reconozco que la imagen de acariciar un gato invisible (no me digas que no lo estás visualizando ya) mientras susurras "les haré amar a este personaje antes de cargármelo" tiene un encanto innegable (¿verdad, George R. R. Martin?).

Pero no se trata solo de eso. Se trata de algo mucho más elegante y adictivo: jugar con las expectativas del cerebro humano, como quien sabe exactamente en qué casilla de la ruleta emocional se va a detener la bolita del lector.

"¿Preparado para algo aún más sucio (narrativamente hablando, claro)? 

🎮 El juego oculto de los sesgos cognitivos aplicados a la escritura (aunque nadie te lo haya explicado)

Déjame contarte un pequeño secreto sucio de la narrativa.
Y cuando digo sucio, me refiero a ese tipo de secreto que te hace sonreír con culpabilidad, como cuando metes el dedo en el bote de crema de cacao a las tres de la mañana.

Cuando creo personajes, en el fondo no quiero que sean racionales. La lógica la dejo para las matemáticas y los contables. Para la literatura, prefiero el caos bien servido.

Y aquí es donde los sesgos cognitivos aplicados a la escritura se convierten en mis mejores aliados. Son ellos los que empujan a mis personajes a reaccionar como si los hubieran soltado en medio de una feria de espejos rotos. Dudando, enredándose, convencidos de que la peor opción brilla como si la hubieran bañado en purpurina de tentación.

Vamos, exactamente como nosotros cada año, jurando con la boca llena de uvas que esta vez sí vamos a cumplir los propósitos de enero.
Ya te lo digo yo: no será así.

De hecho, si un personaje toma siempre la mejor decisión posible, lo que tengo no es una historia. Es un aburridísimo tutorial de vida perfecta. Y nadie —ni tú mismo— quiere tragarse eso.

💥 ¿Por qué las tramas adictivas nacen del error humano?

Te lo suelto a bocajarro: porque somos criaturas defectuosas.
Y nos encanta ver esos defectos amplificados en otros, como quien mira por la mirilla y descubre que el vecino perfecto también discute por la maldita conexión Wi-Fi.

Las mejores tramas no nacen de la perfección, sino del choque frontal entre lo que un personaje cree que ocurre… y lo que realmente está ocurriendo mientras él se autoengaña.

Y por si necesitas otro ejemplo, aquí te va uno que ya huele a casa en IAdicto Digital…

Imagina al protagonista de esta historia: camina bajo la lluvia como si desfilara por la alfombra roja del desastre. La chaqueta empapada se le pega al cuerpo con la dignidad de un mantel en medio de un vendaval, pero él sigue adelante, mirada fija en un horizonte que cree bañado en luz redentora.
En la mano, un ramo de flores marchitas que, por algún milagro logístico de su esperanza, aún cree que revivirán en cuanto las ofrezca. Pobrecillo.

Pero tú, lector despierto, con las gafas bien limpias y el detector de tragedias afinado como violín de concierto, ya hueles la catástrofe. Sabes que esas flores no solo llegarán mustias: llegarán como testigos tristes de una epopeya que él cree gloriosa, pero que tú ves clarísimo que es una caída libre de manual.

Ese desfase delicioso entre lo que el personaje cree estar viviendo y lo que tú ves venir desde la primera línea es néctar sagrado para las emociones.

Y lo mejor de todo: no necesito ni fuegos artificiales narrativos ni recursos pirotécnicos de saldo. Me basta con abrir la trampilla y dejar que los sesgos cognitivos se cuelen como ratas traviesas por la cocina del relato. Ellos solos harán el trabajo sucio y encantador mientras yo me limito a disfrutar del espectáculo desde la primera fila.

Te reto a dejar abierta esa trampilla narrativa, verás cómo tus lectores caen gustosamente en ella.

(Nota mental: úsalo con moderación, o tus lectores necesitarán terapia… aunque eso tampoco suena tan mal).




🧩 Lector atrapado: cómo convierto tu mente en mi cómplice sin que te enteres

(Lo sé, soy un ser terrible. Y me encanta.)

Esta es la parte que, te confieso, más me gusta del juego.

Porque no solo mis personajes son presas de estos sesgos.
Tú también, querido lector.
Y si yo hago bien mi trabajo, ni te enteras de que has caído de cabeza en la trampa.

Te planto una situación donde las primeras impresiones te atrapan, donde la simpatía natural hacia un personaje te arrastra como la corriente de un río, y luego, sin avisar, te doy la vuelta como a un calcetín.

Hago que te conviertas en parte activa del autoengaño narrativo. Que desees con ganas que algo ocurra, que apuestes emocionalmente por un desenlace concreto, y que, cuando llegue el giro, te quedes con esa mezcla deliciosa de sorpresa y resignación.

En otras palabras: hago que quieras ser engañado.
Exactamente igual que cuando pagas con gusto la entrada para un espectáculo de magia, sabiendo que el mago te va a ocultar el truco, pero deseando igualmente ser deslumbrado.

Y yo, como escritor sutil —pero con bastante mala leche—, tengo ese poder en mis manos.

Y sí, me pagan por esto. (Bueno, realmente no, pero ya sabes, la ilusión es bonita.)

🧩 Pregunta incómoda del día:
Si los sesgos nos hacen tropezar, ¿por qué demonios los disfrutamos tanto en las historias?
Piénsalo. (Pista: porque sería aburridísimo ser perfectos.)

🚗 Bajo el capó del cerebro: cómo usar los sesgos cognitivos en narrativa

Ahora sí: vamos a levantar la tapa del motor mental y ver cómo funcionan estos desajustes maravillosos que nos hacen sentir que una historia vive y respira.

Vale, vamos a hablar en serio.

Tu cerebro se vende a sí mismo como una obra maestra de la evolución, un superordenador orgánico digno de ciencia ficción.
Pero si nos quitamos las fantasías de Hollywood, es más bien un taller mecánico de barrio: lleno de herramientas oxidadas, manuales mal traducidos del siglo pasado, y un par de monos hiperactivos aporreando teclas con la esperanza de que algo tenga sentido.

Sí, esa es la gloriosa realidad.

¿El motivo?
Nuestro querido cerebro funciona con dos sistemas básicos que se llevan como cuñados en una boda sin barra libre: el Sistema 1 y el Sistema 2.

Y adivina qué: estos sistemas son el terreno de juego perfecto para los sesgos cognitivos aplicados a la escritura. Son ellos quienes disparan los reflejos narrativos que harán que tus personajes (y tus lectores) reaccionen antes de pensar.

🎯 Sistema 1: "El Impulsivo" (alias: la metedura de pata automática)

Este es tu sistema de defensa… o de sabotaje, según el día y la cantidad de café que lleves encima.

Rápido, emocional, instintivo. Es el que te hace saltar como un resorte cuando ves una sombra sospechosa y gritas "¡SERPIENTE!" aunque sea tu propio cargador del móvil cayendo de la mesilla.

Funciona a la velocidad de la luz porque su misión principal es evitar que palmes antes de darte cuenta de que la amenaza no era tal. Básicamente, se encarga de que no te quedes paralizado pensando si deberías correr ante una estampida o quedarte a filosofar sobre la vida.

Pero claro, este héroe interno no es precisamente Sócrates.

Cuando se enfrenta a dilemas más jugosos —¿debo confiar en este personaje misterioso? ¿Debería enamorarme de este villano carismático? — responde con la elegancia de una cabra en patinete:

"¡Sí, claro! Su sonrisa es encantadora, ¿por qué no?"

Y ahí, amigo mío, empieza la fiesta.

🧩 Sistema 2: "El Perezoso Crítico" (alias: la resaca de mis decisiones)

Este es el cerebro que más de uno querría tener enchufado todo el tiempo: analítico, prudente, con apariencia de que sabe lo que hace.

Pero no nos engañemos: es un vago de manual.
Llega tarde a la reunión mental, se sienta de mala gana, ojea los papeles a medias y, con la mirada perdida en el infinito, dice:

"Bueno… ya que hemos hecho esto, busquemos cómo justificarlo."

El Sistema 2 solo se pone en marcha cuando la cosa se complica de verdad. Pero para despertarlo hace falta sacudirlo fuerte. Literalmente, hay que gritarle desde el fondo de la sala mental:

"¡Urgente, levanta ese culo que hemos hecho una tontería monumental!"

La mala noticia: casi siempre llega tarde.

La buena: tus personajes también.
Así que, por pura coherencia emocional, tus lectores no solo van a entender sus errores… los van a disfrutar. Mucho.

🎭 Y aquí viene la gracia narrativa…

La mayoría de las decisiones en tus historias las toma el Sistema 1. Instantáneo, visceral, puro fuego de impulsos.

Y cuando la cosa se desmadra (que ya te digo yo que se va a desmadrar), el Sistema 2 aparece como ese amigo que llega a la pelea cuando ya está todo roto, se arregla la chaqueta con dignidad fingida, carraspea y suelta:

"Verás, todo esto tiene una explicación lógica…"

No la tiene.

Pero nos encanta creérnoslo.

Así funcionan tus personajes.
Así funciona tu lector.
Así funciono yo mismo mientras escribo esto.

Y ese, querido escritor sesgado, es tu oro narrativo.
Porque conecta con la forma más profunda y humana que tenemos de procesar las historias.



¿Vas viendo ya por qué necesitas dominar estos sesgos?

¿Y cómo demonios se ve esto en la vida real? Aquí va un ejemplo que seguro te suena familiar...


🧠 Mini-anécdota mental: cómo los sesgos cognitivos aplicados a la escritura explican tu primer flechazo

¿Recuerdas ese momento glorioso en que sentiste mariposas en el estómago por alguien?

Exacto: fue tu Sistema 1, que te metió una sobredosis de emociones directo a la vena narrativa.

Mientras tanto, tu querido Sistema 2 estaba tirado en su rincón mental, soñando plácidamente con esa lista de pros y contras que jamás consultaste.

Para cuando quiso reaccionar… ya era demasiado tarde.

Y ahí tienes la esencia de los sesgos cognitivos aplicados a la escritura: capturar ese instante de impulso ciego y ponerlo al servicio de tus personajes, para que tomen decisiones cargadas de emoción antes de que la lógica se atreva a levantar la mano.

Moraleja de esta historia tan íntima: usa este mecanismo en tus relatos.

Haz que tus personajes se dejen arrastrar por las mariposas, por el flechazo narrativo, por la decisión absurda pero deliciosamente emocional.

Y cuando el análisis racional quiera despertar, ellos ya estarán volando de cabeza al ojo del huracán emocional.

🤔 Pregunta meta-narrativa para ti (sí, tú, que ya estás sonriendo por dentro):

¿Te has dado cuenta de que estás procesando este artículo, mayormente, con tu Sistema 1?

Exacto.

Lo estás leyendo emocionalmente, casi sin esfuerzo racional.

Y cuando tu Sistema 2 despierte buscando una excusa lógica para justificar por qué te ha gustado, te susurrará algo como:

"Bueno, tiene una estructura bien pensada y ofrece ejemplos ilustrativos."

Claro que sí, campeón.

Nos entendemos.

(Nota: no abuses demasiado de esto o tus lectores podrían odiarte cariñosamente.)



El kit exprés para usar los sesgos cognitivos en narrativa

(o cómo llenar mi historia de trampas mentales y disfrutar cada caída)

(Esta es tu chuleta narrativa; úsala sin moderación, pero que no te pillen.)

Tranquilo, no voy a pedirte que te aprendas esto como si fueras a opositar para profesor de psicología narrativa.

Lo que sí te propongo es que te familiarices con estos sesgos como quien abre la vieja caja de herramientas de su abuelo:

Encuentras cosas oxidadas, otras que no sabes para qué sirven… pero cuando las usas bien, sostienen estructuras enteras sin que se note el truco.

Vamos con mi pequeño arsenal, que viene cargado y sin seguro puesto.

🧭 Sesgo de Confirmación: "Solo veo lo que quiero ver"

¿Qué demonios es esto?
Fácil: nuestro cerebro es un yonqui de la razón propia. Le da un placer casi obsceno confirmar lo que ya cree. Y lo que no encaja… bah, lo barre debajo de la alfombra con la destreza de un trilero callejero.

En mis personajes:
Mi detective estrella se convence de que el mayordomo es culpable. ¿Pruebas en contra? Minucias. Que el verdadero asesino tenga un tatuaje fluorescente que diga "Soy el asesino" da igual: la hipótesis inicial ya está blindada con triple cerrojo.

Mi villano confía ciegamente en su plan maestro, aunque la realidad le esté dando bofetadas narrativas a mano abierta. Él sigue, tozudo, como si llevara las ideas pegadas con superglue a la frente.

En la trama:
Aquí la magia es deliciosa.
Planto pistas falsas, bien jugosas, y disfruto viendo cómo mis personajes las tratan como verdades absolutas. Y el lector —oh, lector inocente— se divierte (o se desespera, que nos sirve igual) al verlos enredarse en su propio autoengaño con devoción casi religiosa.

En el lector:
No se escapa.
Siembro una idea inicial potente y lo veo buscar pistas como un sabueso emocionado. Luego le doy la vuelta a la tortilla y le muestro que ha estado leyendo con las gafas del sesgo puestas todo el tiempo. Satisfacción narrativa garantizada.

Sesgo inventado pero necesario:
🎩 Sesgo del Cuñado Sabio: "Prefiero tener razón en la cena de Navidad que admitir que no sé de qué hablo."
(Aviso: altamente contagioso. Lo uso con moderación en personajes secundarios para darle vidilla a las escenas cotidianas.)

¿Te suena de algo, Sherlock?

Sesgo de Anclaje: "La primera impresión pesa toneladas"

¿Qué es esta trampa mental?
Simple: la primera información que recibimos se nos incrusta en la cabeza como si fuera la verdad absoluta. Aunque luego te lo desmientan, tú ya te has enamorado de esa idea como de la última galleta de la caja.

En mis personajes:
Mi protagonista juzga al tipo desaliñado como un maleante… hasta que descubre que es el único que puede salvar la situación. Demasiado tarde: la primera impresión ya ha echado raíces como hiedra venenosa.

En la trama:
Arranco con escenas impactantes que dibujan expectativas claras, y luego me divierto rompiéndolas. Juego con este anclaje como un titiritero travieso, haciendo que el lector dude hasta de sus propios pensamientos. Justo aquí es donde los sesgos cognitivos aplicados a la escritura se convierten en una herramienta maestra para amarrar la atención del lector desde la primera escena.

En el lector:
La primera imagen que doy de un personaje lo marca a fuego. Por eso, decido con mala leche creativa: ¿quiero que mi lector vea al protagonista como un héroe caído o como un sinvergüenza adorable? Uso el ancla… y luego lo arrastro hasta donde quiero.

Sesgo inventado en oferta:
Sesgo del Primer Bocado: "El primer mordisco determina si el plato es bueno, aunque el resto esté quemado."
(Maravilloso para entender cómo el lector percibe el primer capítulo de una novela.)

¿Todavía crees que lo del amor a primera vista es casualidad?

🌟 Efecto Halo: "Si brilla, seguro que es oro"

¿Qué es esto?
La tentación deliciosa de pensar que, si algo tiene una cualidad positiva, automáticamente asumimos que las demás también lo son. Si un personaje es simpático y atractivo, damos por hecho que también es bueno, inteligente y que sabe bailar sevillanas en fiestas de pueblo.

En mis personajes:
Diseño un villano de sonrisa impecable y carisma de gurú de autoayuda, que usa el efecto halo para manipular a todos a su alrededor. ¡Atento!: No necesita hacer nada heroico, solo brillar.

En la trama:
Truco sucio pero efectivo. Presento personajes que entran con buena prensa y poco a poco voy desnudando sus intenciones ocultas. Aplicando estos sesgos cognitivos en narrativa, convierto la simpatía inicial en una trampa deliciosa para el lector, que descubrirá tarde (pero a tiempo) que no todo lo que reluce es oro.

En el lector:
Lanzo falsos aliados con fachada impecable y observo cómo el lector, confiado, se aferra a ellos… hasta que el giro argumental le desmonta la ilusión.

Sesgo inventado brillante:
🌟 Efecto Lámpara de Sal: "Todo parece más místico bajo una luz cálida y tenue, aunque solo estés vendiendo patatas."
(Perfecto para narrativas que embellecen realidades mediocres. Guiño para lectores atentos.)

¿Lo pillas, Romeo?




💎 Aversión a la Pérdida: "¡Mi tesoro!" (Cortesía by Gollum)

¿Qué es?
Sentimos un dolor emocional brutal al perder algo que ya poseemos, mucho mayor que la alegría que nos da ganar algo nuevo.
Traducción casera: cuando me quitan la última galleta, la rabia es desproporcionada. Sí, las galletas me persiguen en este artículo. Hay patrones que ni yo controlo.

En mis personajes:
Los hago aferrarse con uñas y dientes a lo que consideran suyo: un título nobiliario, una reputación que se desmorona, una relación que hace aguas. Aunque esa lucha los arrastre al desastre, seguirán defendiendo su "tesoro" con fiereza irracional.

En la trama:
Diseño giros donde lo valioso siempre está al borde del abismo. Así mantengo al lector emocionalmente secuestrado, temiendo por la pérdida.

En el lector:
Le hago temer por los personajes que ama. Cuando siente que puede "perderlos", la conexión emocional se dispara. No hay marcha atrás: ya está dentro hasta las cejas.

Sesgo inventado extra:
💎 Sesgo del Cajón del Olvido: "Si no lo veo, no existe. Pero si alguien intenta quitármelo, de pronto me importa muchísimo."
(Utilísimo para tratar subtramas o personajes secundarios que parecen olvidados hasta que están en riesgo de desaparecer.)

Admítelo, has sufrido mucho en tu vida por personajes ficticios como si fueran reales. No lo niegues.

Nota al lector: Si después de esto no manipulas a tus lectores con elegancia y mala leche, exijo devolución inmediata del tiempo invertido escribiendo este artículo. Gracias.




Kit avanzado del escritor "sesgado"

(Parte 2: la artillería pesada que no me guardo para mí solo)

Ya hemos abierto la caja de herramientas básica, pero no me voy a quedar ahí, ¿verdad?
Sería como aprender a cocinar y conformarme con hervir espaguetis sin sal. Imperdonable.

Vamos a por los otros sesgos que harán que nuestras historias se conviertan en trampas emocionales de las que el lector no querrá escapar. (Aunque debería. Por salud mental, digo.)

🔥 Sesgo de Disponibilidad: "Lo que salta a la cabeza, se queda"

¿Qué demonios es esto?
Juzgamos la probabilidad de que algo ocurra por la facilidad con que recordamos ejemplos. Si lo vemos mucho o es impactante, nos creemos que es omnipresente.

En mis personajes:
Le hago sobrestimar los peligros porque justo escuchó una historia similar. Por ejemplo, si se entera de un robo en su barrio, ya ve ladrones hasta en la reunión de vecinos.

En la trama:
Coloco hechos llamativos justo antes de decisiones cruciales. Mis personajes actuarán bajo su influjo como marionetas sin darse cuenta.

En el lector:
Lanzo escenas intensas que se quedan pegadas a la memoria del lector como un chicle narrativo. Aunque la trama avance, ese eco mental sigue resonando.

Sesgo inventado al fuego:
🔥 Sesgo de la Noticia Fresca: "Si salió hoy en las noticias, seguro que está pasando en mi casa también."
(La realidad: no. Pero tu personaje no va a creerte.)

Admítelo: también has saltado en el sofá con noticias impactantes… que ni siquiera te afectaban directamente.

🛋️ Sesgo del Statu Quo: "Mejor malo conocido que bueno por conocer"

¿Qué es esto?
La resistencia natural al cambio. Preferimos lo malo conocido antes que mover un dedo para mejorar las cosas. ¿Pereza existencial? Exactamente.

En mis personajes:
Los hago quedarse en relaciones tóxicas, trabajos que apestan o ciudades grises solo porque “así ha sido siempre”.

En la trama:
Construyo relatos donde la amenaza real es la pasividad. Donde no hacer nada es más peligroso que lanzarse al vacío.

En el lector:
Juego con las expectativas del género. Le doy lo que espera… hasta que se convierte en una cárcel narrativa de la que no sabe cómo escapar.

Sesgo inventado, pero peligrosamente real:
🛋️ Sesgo del Sofá Cómodo: "No es el mejor asiento, pero levantarme requiere esfuerzo."
(La trampa silenciosa que te convence de no moverte… y cuando quieres darte cuenta, ya has echado raíces en la comodidad.)

¿Verdad que reconoces esa sensación de pereza existencial?

Sesgo de Arrastre (Bandwagon Effect): "Si todos lo hacen, yo también"

¿Qué es esto?
La tendencia de seguir a la manada solo porque "todo el mundo" lo hace. Aunque ese “todo el mundo” sean tres personas y un pato con cuenta de TikTok.

En mis personajes:
Los lanzo de cabeza a modas absurdas: desde revueltas improvisadas hasta sectas de autoayuda que huelen a chamusquina.

En la trama:
Construyo escenas de “locura colectiva”, donde los personajes se arrastran unos a otros hacia el desastre.

En el lector:
Planto situaciones donde la mayoría se equivoca. El lector, por puro reflejo tribal, simpatiza… hasta que le revelo que todos estaban ciegos.

Sesgo inventado con crowdsurfing:
🏄♂️ Sesgo de la Ola Social: "Si veo a todos subidos a la ola, salto sin pensar que puede ser un tsunami."
(Ideal para esas multitudes narrativas ingenuas que tanto disfruto.)

Reconócelo: te has dejado llevar por modas narrativas absurdas… como zombis motivacionales que gritan frases de autoayuda.

🖤 Sesgo de Negatividad: "Las malas noticias pesan el doble"

¿Qué es esto?
Nuestro cerebro lleva un detector de desgracias incorporado. Lo negativo hace más ruido en nuestra mente que cualquier victoria modesta.

En mis personajes:
Los dejo obsesionarse con lo malo de sus vidas, mientras ignoran que hay cosas que todavía funcionan.

En la trama:
Goteo pequeñas amenazas, fallos o pérdidas constantes que, al acumularse, crean una atmósfera de tensión casi insoportable.

En el lector:
Aunque las cosas parezcan mejorar, dejo sembrada la inquietud. Esa sensación de “vale, todo bien… pero ¿cuándo llegará la próxima desgracia?”.

Sesgo inventado bien oscuro:
🖤 Sesgo del Presagio Desgraciado: "Si ha salido el sol, seguro que es para iluminar la tormenta que viene."
(Perfecto para mantener al lector con el alma en vilo en tramas de suspense o terror psicológico.)

Admite que has sufrido con más personajes de los que recuerdas, solo por esperar lo peor… y lo peor llegó.

👁️ Sesgo de Mera Exposición: "Cuanto más lo veo, más me gusta"

¿Qué es esto?
La familiaridad genera afecto. Cuanto más te expones a algo, más tiendes a apreciarlo (sí, incluso a ese personaje que al principio odiabas).

En mis personajes:
Los hago pasar de la desconfianza al afecto por mera convivencia. Prisioneros forzados, enemigos codo con codo… magia narrativa.

En la trama:
Traigo de vuelta elementos o personajes estratégicamente. Primero generan rechazo, pero poco a poco se vuelven irresistibles. Este es uno de los sesgos cognitivos aplicados a la escritura más agradecidos: convierte el rechazo inicial en una adhesión emocional casi inevitable.

En el lector:
Repito con sutileza símbolos, frases o guiños que terminan por encariñar al lector casi sin que se dé cuenta.

Sesgo inventado, pero familiar:
👁️ Sesgo del Calcetín Cómodo: "La primera vez aprieta, la segunda también… pero a la tercera, ni me doy cuenta."
(La metáfora definitiva para explicar la repetición narrativa con estilo.)

¿Te acuerdas del personaje insoportable que acabaste queriendo? Pues eso.

Bienvenido oficialmente al lado oscuro (y adictivo) de la escritura. Y recuerda: si alguien pregunta, tú esto no lo has aprendido aquí.



Parte 3: Duelo de sesgos, caja exprés y cierre para escritores sin miedo

Has llegado hasta aquí.
Eso ya dice mucho de ti.
O eres un lector tenaz, o este es el perfecto ejemplo de los sesgos cognitivos aplicados a la escritura: el de mera exposición ha hecho su magia y ahora hasta me toleras (o, seamos honestos, hasta te caigo bien) de tanto repetirme.

Sea como sea, es el momento de desatar el caos controlado que he estado cocinando: el gran Duelo de Sesgos™.

Prepárate. Esto no tiene árbitro.

🥊 Duelo de Sesgos: una lucha interna (y narrativa) sin reglas

Visualízalo: un coliseo mental a reventar.
Las gradas, llenas de neuronas enloquecidas, apuestan fortunas en dopamina por su sesgo favorito. El público está al rojo vivo.

¡Que suene la campana!

—“¿Y qué importa? Yo ya decidí quién gana desde el primer segundo”, replica el Sesgo de Anclaje, con una sonrisa de superioridad que viene de fábrica.

Mientras se reparten golpes, ninguno escucha los argumentos del otro.
Ironía narrativa servida en bandeja de plata.

El público ruge: unos animan por la terquedad del Confirmación, otros por la arrogancia del Anclaje.
Como es lógico, los dos están convencidos de que ya han ganado.

🥈 Segundo asalto: Efecto Halo vs. Sesgo de Negatividad

El Efecto Halo sale al ring deslumbrando, literalmente. Su carisma hace que hasta las luces del estadio parezcan más brillantes.

—“Mirad qué resplandor”, susurra, guiñando un ojo a la cámara mental de la audiencia.

Pero el Sesgo de Negatividad, con cara de lunes perpetuo, se levanta y le clava un susurro envenenado al público:

—“No os fieis… seguro que huele a chamusquina.”

El público titubea. La duda se extiende como gasolina.
La audiencia, que estaba encandilada, ahora empieza a oler el humo de la sospecha.
Las apuestas se disparan. La pelea está servida.

🥉 Tercer asalto: Sesgo de Arrastre vs. Sesgo del Statu Quo

Entra el Sesgo de Arrastre, arrasando como una ola de euforia colectiva.

—“¡Todos están conmigo!” —vocifera, subido a la cresta de la moda mental.

Pero en la esquina opuesta, el Sesgo del Statu Quo ni se inmuta.
Acurrucado en su rincón, murmura con calma perezosa:

—“Mejor quedarse donde estamos. ¿Para qué moverse?”

Y sorpresa: ambos ganan.

La masa sigue la corriente y, la corriente, por comodidad, no cambia.
Maravillas de la psicología narrativa: cuando piensas que una lucha debe tener un perdedor, los sesgos te demuestran que pueden empatar… y salir victoriosos los dos.

🧰 Caja de herramientas exprés del escritor "sesgado"

(Para esos momentos en los que tus personajes parecen haberse quedado mirando una pared y necesitas empujarlos, disimuladamente, hacia el abismo narrativo)

  • Sesgo de Confirmación: Da igual las pruebas, tu personaje cree lo que quiere creer. Y punto.
    • Sesgo de Anclaje: La primera impresión se queda pegada como chicle narrativo.
    • Efecto Halo: Si brilla, parece bueno. Error clásico, delicioso para engañar.
    • Aversión a la Pérdida: El miedo a perder pesa más que las ganas de ganar (gracias por existir, Gollum).
    • Sesgo de Disponibilidad: Lo reciente manda, aunque no tenga sentido.
    • Sesgo del Statu Quo: Mejor malo conocido que incertidumbre… por pereza narrativa.
    • Sesgo de Arrastre: Si todos lo hacen, será por algo… ¿verdad? ¿VERDAD?
    • Sesgo de Negatividad: Lo malo resuena el doble. Apuesta segura para darle vidilla al conflicto.
    • Sesgo de Mera Exposición: Cuanto más lo ves, más lo toleras (o acabas amándolo sin darte cuenta).
    • Sesgos inventados by IAdicto Digital:

  • El Sofá Cómodo: "No es el mejor asiento, pero levantarme requiere esfuerzo."

  • La Ola Social: "Si todos están subidos, yo también."

  • La Lámpara de Sal: "Todo parece místico bajo una luz cálida, aunque venda patatas."

  • Y algunos más… sí, relee, que tampoco te lo voy a dar todo mascado.

Si te atascas con la trama, abre la caja exprés, lanza un sesgo al azar… y observa cómo el incendio narrativo se prende solo.

Consejo final de mi kit exprés:

No te mates a memorizar.
Haz como buen escritor sesgado de pura cepa: úsalos como minas ocultas y disfruta viendo cómo tus personajes —y tus lectores— pisan cada una con todo el gusto del mundo.

Y recuerda: si en algún momento dudas de que esto funcione, tranquilo. Es solo tu Sistema 2 despertando con resaca y tratando de encontrarle lógica a este delicioso caos narrativo.
Déjalo dormir un poco más.
La historia, créeme, se escribe mejor cuando dejamos que los sesgos lleven el volante.

🎯 Cierre de sección con gancho (y un guiño de despedida)

La magia de los sesgos no está solo en conocerlos.

La auténtica magia es que se conviertan en cómplices invisibles de tu narrativa.
Que trabajen en la sombra mientras tú te haces el inocente, con esa media sonrisa de quien sabe exactamente lo que está tramando.

Cada vez que un personaje se obceque con una pista falsa, que el lector sienta que la historia le habla directamente, que una trama parezca inevitablemente adictiva… no es casualidad.

Ahí están ellos, los sesgos cognitivos aplicados a la escritura, tus fieles saboteadores mentales.
Haciendo el trabajo sucio. Disfrutando como niños traviesos.

Así que la próxima vez que te sientes a escribir, míralos de reojo.
Invítalos a la mesa del proceso creativo.
Déjales una silla vacía y observa.

Verás cómo, sin que tengas que empujar mucho, la historia empieza a moverse sola.

🤔 Pregunta final para dejarte pensando (y para calentar los comentarios)

¿Cuál de estos sesgos ya estaba haciendo travesuras en tus historias sin que tú lo supieras?

Haz memoria.
Esa escena que siempre funciona, ese personaje que se te ha ganado, aunque sea un auténtico desastre humano…
Ahora ya sabes por qué.
Bienvenido al universo de los sesgos cognitivos aplicados a la escritura: tu nuevo superpoder narrativo.

🖤 El lado oscuro del poder: una pizca de ética (porque sí, la necesitamos)

Voy a ser franco contigo.

Manipular mentes es tentador. Muy tentador. Tan irresistible como esa última porción de tarta que sabes perfectamente que no era para ti… pero ya es demasiado tarde.

Y seamos sinceros: todos hemos caído.

Pero aquí te lanzo esa dosis necesaria de responsabilidad narrativa: hay una diferencia abismal entre jugar con la percepción del lector y desplumarle la billetera emocional sin que se entere.

Yo no he llegado hasta aquí para hacer trucos de feria con purpurina barata.

No quiero escribir historias que se desinflen como globos pinchados tras el primer impacto.
La verdadera maestría —la que tú y yo estamos buscando— está en usar estos sesgos para enriquecer la experiencia, no para vaciarla.

Cuando lo haces bien —cuando construyes una maraña deliciosa de expectativas, intuiciones y engaños sutiles—, pasa algo casi mágico:

👉 El lector no se siente víctima.
Se siente cómplice.

Y eso, amigo mío, vale oro narrativo.
Porque si algo aprendemos de este viaje por la mente humana, es que la mejor trampa es aquella en la que queremos caer.

Así que, por favor, dejemos los trucos cutres para las campañas políticas y las promesas de gimnasio en enero.

Tú y yo, escritores sesgados, pero con clase, tenemos algo infinitamente mejor que ofrecer:

Una experiencia narrativa tan auténtica que, aunque las trampas sean visibles, el lector camine directo hacia ellas con una sonrisa en los labios.


🚀 Sal ahí fuera y empieza a “sesgar” (con descaro, pero con clase)

Ahora que tienes este arsenal mental cargado hasta las trancas, te lanzo una pregunta que no puedes esquivar:

¿Cuál será el primer sesgo que vas a liberar en tu historia?

Venga, no disimules.
Te estoy viendo. Las manos rozando el teclado. La mente maquinando.
¿Vas a abrir fuego con el clásico Sesgo de Confirmación?
¿O te atreves con un combo jugosísimo de Sesgo de Negatividad + Efecto Halo?

La buena noticia es que no existe respuesta incorrecta.
Cada sesgo que integres, cada trampa mental que diseñes es una invitación descarada para que tu lector deje de ser espectador y se convierta en protagonista emocional de tu historia.

Porque de eso va todo esto: no solo de personajes más humanos o tramas más sólidas.

Se trata de que el lector se reconozca en la historia.
Que sus prejuicios, sus emociones y sus percepciones se enreden con tus palabras hasta que ya no sepa si piensa por sí mismo o si tú le estás susurrando ideas al oído.

Así que adelante, escritor sesgado (con orgullo y sin remordimientos).

Siembra anclas emocionales.
Disfraza pistas falsas en diálogos inocentes.
Haz que tus personajes tropiecen con sus propios sesgos como quien se da de bruces contra esa mesa que siempre estuvo ahí, pero que hoy, por algún motivo, ha decidido que quiere cazar tobillos.

Y, sobre todo: disfruta.

Porque cuando los sesgos están bien colocados, ni tú mismo necesitarás empujar la historia: la narrativa se moverá sola.

🎩 Última provocación (para que no te vayas en silencio)

Venga, confiesa.
¿Cuál de estos sesgos se te ha quedado pegado en la suela de los zapatos narrativos?

Te reto a contármelo en los comentarios.

Seguro que alguno te está haciendo ojitos, listo para colarse en tu próxima historia.

Y no pasa nada.
Bienvenido al club de los escritores que manipulan mentes con una sonrisa.

Y recuerda: si has disfrutado este pequeño viaje por la mente narrativa… prepárate, porque apenas estamos rascando la superficie. Los sesgos cognitivos aplicados a la escritura son solo el principio. 😉




📚 Para saber más sobre sesgos cognitivos y escritura

  • Lista completa de sesgos cognitivos
    Una recopilación exhaustiva de más de 180 sesgos que afectan nuestro pensamiento y decisiones.

  • Efecto Halo: el sesgo del carisma
    Verywell Mind – The Halo Effect
    Explora cómo una impresión positiva inicial puede influir en nuestra percepción general de una persona.Diario AS

  • Sesgo de Confirmación: cuando buscamos validar nuestras creencias
    Psicología y Mente – Qué es el sesgo de confirmación
    Entiende cómo tendemos a favorecer información que confirma nuestras ideas preexistentes.Medium

  • Pensar rápido, pensar despacio – Daniel Kahneman
    Una visión sobre los dos sistemas de pensamiento y cómo influyen en nuestras decisiones y juicios.

  • Heurísticas y sesgos cognitivos en la toma de decisiones
    Descubre los atajos mentales que utilizamos y cómo pueden llevarnos a errores sistemáticos.disaaster.io+7UNIR+7Blogs MAPFRE+7

  • Los sesgos cognitivos: distorsiones de nuestra mente
    Un análisis sobre cómo los sesgos afectan nuestra percepción y toma de decisiones.

📖 Lecturas recomendadas sobre sesgos cognitivos y escritura

  • Pensar rápido, pensar despacio” — Daniel Kahneman
    El clásico por excelencia. Kahneman te explica cómo funcionan el Sistema 1 y Sistema 2 de pensamiento. Esencial para entender por qué tus personajes (y tus lectores) toman decisiones impulsivas o racionales.

  • Pre-Suasion: A Revolutionary Way to Influence and Persuade” — Robert Cialdini
    Antes de convencer, hay que preparar el terreno. Este libro profundiza en cómo el contexto y la predisposición mental abren la puerta a la persuasión. Oro puro para escritores que quieran manipular la percepción narrativa.

  • Influence: The Psychology of Persuasion” — Robert Cialdini
    Más enfocado en los principios básicos de persuasión que todos conocemos (escasez, autoridad, simpatía...). Aplicable directamente para crear personajes carismáticos o tramas que arrastren al lector.

  • Nudge: El pequeño empujón” — Richard H. Thaler y Cass R. Sunstein
    Cómo las decisiones aparentemente libres están condicionadas por el entorno y cómo dar un “empujón” suave puede cambiar radicalmente el comportamiento. Una mina para crear escenas cargadas de microinfluencias sutiles.

  • The Art of Thinking Clearly” — Rolf Dobelli
    Una recopilación clara y entretenida de más de 90 sesgos cognitivos explicados con ejemplos cotidianos. Práctico para tener siempre a mano como referencia rápida mientras escribes.



Comentarios

  1. Tremendo este artículo, Miguel. Para guardar y leer y releer. Me has tenido pegada a la pantalla, sonriendo con un sesgo tras otro. Un trabajo genial, divertido en la forma y muy valioso en el fondo. Mejor que cualquier curso de escritura creativa, jeje. Me ha encantado leerte. Mil gracias por el aporte.

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    1. ¡Buenas, Marta!
      Leer tu comentario me ha dejado una sonrisa de esas que empiezan en la comisura y acaban en las ideas. Me alegra un montón que el artículo te haya enganchado así, sesgo tras sesgo, como quien abre un armario y se encuentra con prendas para todas las ocasiones (y hasta con alguna que ni recordaba, pero le queda de lujo).

      Eso de “mejor que cualquier curso de escritura creativa” me lo guardo en el alma —aunque mi sistema 2 ya está valorando seriamente encargarse un marco para colgarlo en la pared.

      Me encanta que lo hayas sentido útil y divertido a la vez, porque esa era justo la intención: una travesura con cerebro, una guía con disfraz de gamberrada narrativa. Gracias por leerlo con esa energía tan cómplice... y por dejar un comentario tan cálido.
      ¡Un abrazo enorme!

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  2. Vaya currada de entrada. He dado una vuelta por su blog y vaya currada de blog.
    Esto de los sesgos que al principio no sabía qué era concretamente, se refiere a comportamientos de la vida real y aquí detalla cómo aplicarlos a personajes de nuestros textos. Creo que resultarán útil a los que escriban largo y no tanto a los que escriban corto. Es u a forma muy útil de defi ir personajes mostrando sus accciones.
    El post diría que es muy útil para todos leerlo.
    Abrszooo

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    1. ¡Buenas, Gabiliante!
      Mil gracias por pasarte y, encima, darte el paseo por el blog (¡eso ya son puntos dobles en la partida del algoritmo emocional!).

      Tu observación me encanta, porque has captado una idea clave: estos sesgos no son solo para relatos largos o novelas... pero sí es cierto que en narrativas más extensas se puede jugar a fondo con ellos, estirarlos, hacer que maduren y se retuerzan en la trama. Aun así, también en relatos breves pueden asomar la patita —un personaje que se encasquilla por un anclaje emocional, una decisión absurda basada en su primer juicio— y con eso ya tienes chispa dramática suficiente para quemar una página con estilo.

      Me encanta que veas la utilidad de fondo del artículo, y más aún que lo digas con ese “diría que es muy útil para todos leerlo” que suena entre sentencia sabia y consejo de compinche.
      ¡Un abrazo fuerte también para ti, compañero de sesgos narrativos!

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  3. Miguel, ¡cuánto me alegra leerte por aquí también! Y es que tus artículos de disección narrativa tenían que ser conocidos en este rincón de locos por la escritura.
    Cada uno de ellos no es un trabajo de estudio; es una Diversión. Tu manera de contar (con o sin truco) siempre es adictiva. Y el humor, sumado a tu capacidad tan eficaz para “soltarnos” el símil perfecto, son los causantes ( “monos hiperactivos aporreando teclas” jajaja ;-) es un ejemplo de la fusión de las dos)

    Me pregunto si el escritor que es tan consciente (y maquiavélico)… ¿no podría matar su propia espontaneidad? Quizá sea cuestión de un equilibrio elegante como dices, y por supuesto ser más sagaz que tus propios lectores para que no te descubran ese “as bajo la manga”(con según qué tipo de lectores… yo no me atrevería... ;-)).
    Recuerdo la defensa que hace Poe de su concienzudo y racional poema “El cuervo”. Según él ni un solo verso escapa de su control con el objeto de provocar en nosotros esa fascinación ( y ahí nos hace añicos el concepto de “inspiración”).

    Lo de los dos tipos de pensamiento es muy interesante también. Me hace deducir que si al lector lo llenas de caos y de sorpresas, finalmente, al menos para concluir la historia, va a necesitar una buena dosis de explicaciones racionales que den coherencia a lo leído para no sentirse estafado, y satisfacer a la vez a sus dos hemisferios (porque el vagote me parece que es muy rencoroso si no se le tiene en cuenta ;-).

    Respondiendo a tu pregunta y a tu guiño, si utilizo algo con frecuencia (inocentemente, por supuesto :)) es la técnica de la lámpara de sal.

    Y… ¿cúal pondría en práctica…? No lo sé... Lo que me queda claro es que los personajes cuanto más reales más empatía despertarán en el lector y para eso todas estas lecciones de conocimiento de la mente humana son ideales, muy, muy necesarias.

    Gracias por este delicioso y completísimo artículo sobre el arte de pescar a un lector :)
    Los dibujos son buenos apoyos para la síntesis y ya me he descargado alguno. También muy buenas las referencias que consultaré para saber más.

    ¡Un abrazo grande, compañero!

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    1. ¡Maite!

      Me ha encantado lo que dices sobre que no son “trabajos de estudio”, sino diversiones —ese concepto me lo apunto porque es justo lo que busco: que leerlos se sienta como una travesura con propósito, no como estudiar para examen final de psicología aplicada a la narrativa jaja

      Y tu pregunta me parece brillante: si el escritor demasiado consciente puede matar su propia espontaneidad... Pues sí, ese riesgo existe. Creo que cuanto más afinamos el bisturí mental, más fácil es entrar en bucle y analizar hasta el tic del personaje que pasaba por el fondo de la escena. Pero también pienso que lo importante es dosificar. Dejar que el sistema 1 —ese impulsivo tan simpático— arranque la historia, y que el sistema 2 entre cuando haya que afilar el remate. Como dices tú: equilibrio elegante… y que no se note el truco. ¡Y disfrutar siempre, de principio a fin! Sin eso no tenemos nada. Y te confieso que yo me aplico el cuento a rajatabla: disfruto como un enano en el borrador, también en el proceso de revisión y hasta en la corrección ortotipográfica, que ya es decir. Disfruto con todo, una y otra vez. Eso me hace un loco o un demente; pero admitámoslo, ya os lo veíais venir jajaja

      El ejemplo de Poe con “El Cuervo” me viene al pelo. Ese texto suyo donde desmonta su propio poema como si fuera un mecanismo de relojería es, por un lado, una genialidad, y por otro, una desmitificación que da vértigo. Pero claro, él podía permitirse ese control quirúrgico. Nosotros, pobres mortales sin palomas de ébano ni sótanos llenos de góticas estructuras, pues vamos jugando con lo que tenemos: intuición, café, pizcas de talento desperdigados, súplicas varias a nuestras musas, alguna que otra buena idea, conocimiento de la escritura... es nuestra materia prima, nuestro kit básico. Y a todo eso le añadimos la caja de sesgos, que es como el condimento secreto (o no tan secreto 😉) para manipular (con arte) ese material y hacerlo irresistible.

      Me ha encantado que menciones la “lámpara de sal” como técnica. Es que es un sesgo inventado, sí, pero que funciona de maravilla. Si algo brilla cálido y parece profundo… nos lo creemos. Aunque nos estén vendiendo humo —pero eso sí, con ambientador de sándalo.

      Y sobre lo que dices del final: totalmente de acuerdo. El lector puede dejarse arrastrar por el caos emocional del relato, pero al cerrar la historia quiere cierta coherencia. No le podemos dejar colgado entre realidades sin una mano que lo saque del laberinto. El hemisferio racional, como bien dices, es rencoroso si no lo mimas un poco.

      Gracias, Maite, por leerlo así, tan a fondo, y con esa mirada tuya que sabe ver lo que hay detrás del texto sin perder la sonrisa. Que lo hayas disfrutado y que además te sirva para escribir o para pescar lectores con más puntería, ya es para mí más que suficiente recompensa.

      ¡Un abrazo grande!
      Miguel

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    2. Muy de acuerdo en todo...
      Y es genial que disfrutes tanto todo el proceso de escritura...
      Otro abrazo ;-)

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  4. Hola, Miguel!

    Qué maravilla de entrada nos acabas de regalar, la voy a guardar como oro en paño para venir a consultar cada vez que me ataque el síndrome de la página en blanco. La verdad es que mientras iba leyendo iba reconociendo algunos de ellos entre mis escritos, o al menos algo parecido. Has conseguido empatizar conmigo, sobre todo con ese tono gamberrete con el que vas adornando la entrada. O puede que hayas apelado a eso que tan bien conoces, a los sesgos, para empatizar conmigo y convertirte en el conductor de mis pensamientos.

    Visto así, casi abruma, todos puestos en orden y explicado por escena, abruma. No sé si al escribir podría ser consciente de todo para controlar tanto la historia, o lo que de ella quiero que se sienta. En realidad, soy un poco de ir vomitando las cosas, de lanzarme a la piscina sin pensar mucho, y las voy viendo. Y no, no soy de esos que se llaman a sí mismos escritores de brújula. En realidad sí sé lo que quiero hacer: lanzarme a la piscina y salir lo mejor que pueda, y ya luego si me encuentro el agua turbia o piedras puntiagudas a ras de superficie trato de hacer el resto. Es decir, siempre tengo que tener claro hacia donde voy, y más o menos lo que me gustaría transmitir a modo de sentimiento. Una manera un poco justa de justificar eso de no currarme mucho el planteamiento, vamos.

    De los sesgos que nos presentas, creo que los que más uso son los del cuñao y el efecto Halo. El del cuñado es muy útil para meter al lector en la escena, o para dar una opinión o ideal que quieras poner de manifiesto. Pero no lo hago a través del prota, ya que el lector siempre suele identificar al autor con el protagonista, y si este va de sabiendo puede resultar pedante y pierde interés. Este sesgo me gusta implantarlo en algún secundario, que el prota opine a favor o no y que con ello el lector tome partido por alguien o por ninguno, pero de esta forma empatiza seguro. Es divertido después comprobar cómo algún lector empatiza y está o no de acuerdo, aunque como es secundario lo toma como el cuñado pedante o como el maestro sabio, dependiendo de lo de acuerdo que esté con el tema expuesto.

    En resumen, un tema tremendo, que podría ser un tema muy apto para los retos, ahora que estoy con el de mayo me han venido muchas ideas relacionadas, que como te digo guardaré en oro en paño.

    Muchas gracias por el aporte y un fuerte abrazo!

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    1. ¡Hola, Pepe!

      Qué gran comentario has dejado. Me alegra que vayas a guardar el artículo para esos momentos de "página en blanco"... ¡Quizás hasta sea más efectivo que una dosis extra de cafeína! Y que reconozcas los sesgos en tus textos demuestra que ya estabas familiarizado con estas dinámicas antes de que yo apareciera con la terminología (y algún que otro término inventado, reconozcámoslo).

      Me resulta muy familiar eso de "vomitar" ideas y lanzarse a escribir. ¡Suena a Sistema 1 en estado puro! El arranque impulsivo y creativo. Ya vendrá después el Sistema 2, más pausado, a poner orden... o a encontrar una justificación elegante para el aparente desorden inicial. ¡Mientras te funcione y sepas hacia dónde vas, es un método estupendo! Aún recuerdo lo bien que me lo pasé con tu relato de "O vas a perder el juicio": ¡Grande!

      Y ahora, mi reconocimiento para tu jugada maestra con el "cuñado sabio" y el Efecto Halo. Utilizar a personajes secundarios para introducir ciertas ideas o perspectivas, evitando así que el protagonista suene pedante y permitiendo que el lector tome partido... es una estrategia narrativa realmente inteligente. Conseguir esa conexión o ese debate interno en el lector sin que parezca una imposición del autor es un ejercicio de astucia literaria.

      Cuidado con las ideas que te han surgido para los retos, ¡que los sesgos son contagiosos y pueden dar mucho juego! Yo me lanzo en cuando lo prepares, ya estoy deseando jaja

      Muchísimas gracias por un comentario tan bien razonado, por compartir tu proceso y por aportar una perspectiva tan valiosa sobre la aplicación práctica del tema, Pepe.

      ¡Un fuerte abrazo, compañero!

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