IRREAL COMO LA VIDA MISMA | Josep Mª Panadés

¡Hoy continuamos hablando sobre libros! En esta ocasión, conoceremos la obra de Josep Mª Panadés, cuyas participaciones en El Tintero de Oro hemos podido leer en su blog Retales de una vida..., además de otros muchos relatos.

Adelante Josep, ¡háblanos de tus libros!

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IRREAL COMO LA VIDA MISMA 1 y 2,  de Josep Mª Panadés   

Hace algún tiempo puse por escrito lo siguiente: «Escribir un libro puede parecer tarea fácil para quien nunca lo ha hecho. Nada más incierto. Es una labor difícil y complicada. No solo hay que saber escribir, sino, además, y ahí es donde reside la mayor dificultad, cautivar al lector. Pero aun creyendo haber sido capaz de lograr dicho objetivo, nos hallamos frente a otro reto: dar a conocer nuestra obra ─esa que nos merece todo el respeto y por la que sentimos una gran estima─, a los lectores potenciales y esperar acontecimientos.»

Esa afirmación, aparentemente rotunda, fue el fruto de mi experiencia personal con mi primer libro, una recopilación de relatos que bauticé con el nombre de Irreal como la vida misma, a la que le siguió, unos años más tarde, una segunda publicación de relatos breves que, en esta ocasión, desechando toda originalidad, titulé Irreal como la vida misma 2.

Pero, fue con la primera de mis publicaciones con la que tuve que enfrentarme con una serie de inconvenientes y obstáculos, unos por inexperiencia y otros por la dificultad añadida de hallar una editorial interesada en su publicación.

Desde niño me ha atraído la escritura, pero durante mi etapa escolar solo tuve ocasión de hacerlo, de forma pública, en los concursos de redacción que se estilaban por aquella época. Esta afición, sin embargo, quedó posteriormente relegada a escritos esporádicos —algunos poemas y dedicatorias— que solo leyeron los interesados a quienes iban destinados. Además, durante mi vida adulta los quehaceres profesionales me impidieron dedicarme de forma plena a desarrollar mi posible talento escritor, por lo que tuve que esperar a quedar libre de responsabilidades laborales para dejarme llevar por la inspiración o, simplemente, por las ganas de escribir y dar a conocer el resultado de este ejercicio.

Y la aventura dio comienzo en junio de 2013 con la apertura de mi blog de relatos de ficción Retales de una vida..., en el que empecé a publicar mis primeras historias. 

Pero no fue hasta el año 2018, después de haber asistido a un taller de escritura creativa, que me vi capaz de echarme al ruedo y plantearme seriamente editar una recopilación de los que consideré mis mejores textos. Y ahí empezó el primer obstáculo. Muchas fueron las editoriales a las que remití mi manuscrito, pero ninguna mostró interés y las pocas que sí lo mostraron no me hicieron una propuesta fiable, y es cuando descubrí que hay lo que yo calificaría de pseudo editoriales que tienen como propósito ganar dinero a costa del escritor novel e ingenuo. Y no puedo explayarme más porque esta es una historia que merecería ser contada largo y tendido.

Tras ese fracaso me propuse recurrir a la autoedición, aunque ello supusiera un trabajo arduo y lleno de inconvenientes al tener que lidiar con un sistema y una plataforma —de Amazon— que desconocía y con la que tuve que familiarizarme. Y es que como dijo el gran Machado: «Se hace camino al andar», y así me puse a andar por los vericuetos de esta plataforma siguiendo sus instrucciones sobre el formato, la tipografía, la paginación, la edición del índice, etc., etc. Y cuando hube sobrepasado este escollo —lo cual me llevó más tiempo de lo esperado— vino otro más difícil: la ilustración y la maquetación final.

Si bien me defiendo razonablemente bien con el tratamiento de textos e incluso de imágenes, me sentí completamente desbordado e incapaz de ilustrar la portada y contraportada, así que tuve que recurrir a un profesional en la materia, con el consiguiente coste económico. Pero una vez completada toda esta labor y haber logrado encajar el texto del cuerpo del libro con la ilustración exterior, vino la fase de la revisión final antes de dar el visto bueno para su impresión. Y ahí me encontré con otro inconveniente inesperado: con cada revisión descubría gazapos y fallos que había pasado por alto, de modo que tuve que pedir a Amazon una nueva impresión en varias ocasiones. No sé si fue por la impaciencia por ver mi libro encuadernado o por una negligencia imperdonable, pero estos fallos alargaron el proceso y, por qué no decirlo, encarecieron la edición.

Una vez completada esta fase final satisfactoriamente vino lo más esperado: tener mi libro a disposición de los posibles compradores y lectores. Pero ello no era suficiente, pues tuve que enfrentarme a algo tanto o más difícil: la divulgación o publicidad para dar a conocer al que un día llamé mi hijo de papel. Y aquí mi ingenuidad, o prefiero llamarlo exceso de confianza, me llevó a hacer un cálculo aproximado del número de posibles compradores basándome en mis seguidores del blog, en mis contactos en Facebook y en todos los amigos y conocidos que se alegrarían de saber que su amigo o conocido había escrito un libro. La cifra era considerable y me habría dado un canto en los dientes si se hubieran cumplido mis expectativas. Pero por mucho que publicité mi libro en las redes sociales, en mi propio blog, y a pesar de que alguna alma caritativa tuvo a bien hacer una reseña muy positiva de mi recopilación, las ventas acumuladas hasta el momento han sido muy exiguas. 

No me lamento de la escasa repercusión “social” de mi obra, pues al fin y al cabo he visto satisfecha una ilusión y esta no incluía la de hacerme rico con las ventas, así que acabé conformándome con el resultado de mi “proeza” editorial. 

Tuvieron que pasar unos seis años para que me decidiera a probar de nuevo fortuna con la segunda parte de Irreal como la vida misma, seleccionando para ello menos relatos y, según mi criterio, de mayor calidad, puesto que con el tiempo transcurrido desde mi primer intento fui ganando, a base de práctica y de esfuerzo, una mayor aptitud narrativa, algo que algunos de mis lectores han corroborado.

En esta ocasión decliné desde un principio el contacto con cualquier editorial y me lancé de nuevo a la autoedición empleando la misma plataforma. Ello debería hacer creer que la experiencia anterior tendría que haberme allanado el camino. Pues no. No sé si fue debido a la mala memoria o bien a un cambio en la metodología del programa de edición de Amazon, pero el maquetado interior resultó ser un suplicio y por ello se alargó más de la cuenta. Cada vez que revisaba el texto haciendo uso del visor de que dispone la plataforma, observaba fallos en la paginación, en el alineado de las filas, y en un sinfín de anomalías estéticas. Tuve que corregir manualmente algunas de estas deficiencias para que el aspecto final no fuera defectuoso. La labor de ilustración también resultó laboriosa, valga la redundancia, pues hasta que la ilustradora y un servidor no dimos con la solución, no había forma de que las dimensiones el texto interior y las de la encuadernación encajaran. Por lo menos esta vez fui mucho más diligente en cuanto a la revisión del texto y solo necesité un ejemplar de prueba para aprobar su impresión definitiva.

Debo reconocer que mis intentos por dar a conocer esta segunda obra no fueron tan frecuentes, pues no quise agobiar a mis seguidores habituales ni insistir machaconamente apelando a su buena voluntad como quien pide limosna a los feligreses en la puerta de una iglesia. De ahí que el resultado en ventas ha sido en esta ocasión aún más reducido. Así pues, mi única frustración se debe a que, creyendo que lo nuevamente publicado tenía mayor calidad que en la anterior ocasión, ello no se ha visto reflejado en el número de ejemplares vendidos, y aunque esas almas caritativas que en su día dedicaron un espacio en sus blogs para alabar la primera edición volvieron a hacerlo con esta segunda, sus parabienes no se han visto reflejados en la tabla de ventas de Amazon. 

Si bien insisto en que el objetivo primordial de publicar estas obras no ha sido el económico sino la satisfacción de verlas convertidas en libros y a disposición del público, debo admitir —y no interpretéis ello como una pataleta de mal perdedor— que no me han quedado ganas de volver a repetir la experiencia. Así que quienquiera que esté interesado en leer alguna de estas obras, aunque solo sea por curiosidad, solo tiene que dirigirse a la web de Amazon.

Espero que en este caso no se cumpla la famosa frase de que la curiosidad mató al gato ni la que desaconseja descubrir mundos nuevos. Pero creo sinceramente que si os gustan los relatos de ficción su lectura no os defraudaría.

Como no se trata de novelas, sino de relatos breves, no puedo ofreceros una sinopsis del argumento, pero sí indicaros que ambas recopilaciones abarcan un amplio espectro de estilos y géneros: aventura, suspense, romanticismo, tragedia, humor, terror... Todo un mosaico cuyo nexo de unión es la fantasía.

Debo señalar que algunos relatos están inspirados en hechos reales debidamente pasados por el filtro de la invención. Realidad y ficción se mezclan, pues, en perfecta armonía dejando al lector la difícil tarea de discernir dónde se halla la fina línea divisoria entre ambas. En definitiva, estas obras tienen como fuente de inspiración la percepción de irrealidad de muchos aspectos cotidianos de la vida. La observación de gentes, situaciones y lugares ofrece, a menudo, un inagotable caudal de ideas que, aderezadas con una buena dosis de fantasía, pueden dar lugar a historias inimaginables. Esta es, pues, la finalidad de Irreal como la vida misma e Irreal como la vida misma 2.

Así pues, si estáis interesados en alguna de estas recopilaciones, aquí os dejo el enlace que os llevará hasta ellas en Amazon:

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Y esto es todo, amigo/as.

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Muchas gracias, Josep, por contarnos tu experiencia y hablarnos sobre tus libros. ¡Te deseamos muchos éxitos!

¿Y vosotros? ¿También queréis hablarnos sobre vuestro libro? Pues solo debéis enviarnos vuestro texto al mail eltinterodeoro@hotmail.com. Visitad la entrada Queremos que nos hables de tu libro para que tengáis una idea de las cosas que queremos que nos contéis.

¡Saludos tinteros!