¿CONOCES A MADAME SANTAL?

    ¡¿Cómo están ustedes?! ¡Bienvenidos a la nueva temporada de EL TINTERO DE ORO! Espero que hayáis disfrutado de las vacaciones y que las musas os hayan sido propicias.

    Comenzamos el nuevo curso con ilusiones renovadas; pero, como siempre que se inicia algo, con la incertidumbre ante lo que el futuro nos vaya a deparar. Así que me he dicho, ¿habría alguna manera de conocer cómo nos irá la temporada? La respuesta era obvia: una vidente. Pero no una cualquiera, por supuesto. Nada más y nada menos que ¡la incomparable Madame Santal!

   Tras pedir hora, he cogido el camino virtual hasta llegar a su consultorio. En la puerta, un cartel anuncia los muy prodigiosos servicios que allí se ofrecen:

     No me hace falta ni llamar a la puerta. La misma se abre como si esperara mi llegada. Paso a través de un pasillo iluminado con velas y decorado con pinturas de Michael Cheval. Me acompaña un olor a incienso con cierto recuerdo a vainilla. Una voz profunda sale de una habitación cuya entrada está cubierta por una cortinilla de motivos orientales. Al descorrerla, observo a la gran Madame con el teléfono en la mano. Me indica que tome asiento mientras atiende una consulta telefónica. Obedezco respetuosamente. A cambio, Madame Santal conecta el altavoz para que pueda escuchar la llamada:

       «¡Ay, oráculo de mi vida! ¡Recodo de sapiencia! Mi reverenciada Madame Santal, no quepo en mí de alegría por haberla encontrado dispuesta a atenderme en este oscuro momento que me tiene con el alma troceada y la mente perturbada. ¡Qué mayor desdicha puede acontecer a un ser humano que el inevitable momento del final de las vacaciones.

        Que sí, que el trabajo es salud, que dignifica, que nos hace crecer como personas y que bla, bla, bla… Sepa que llevo una semana buscando entre libros de autoayuda y frases de esas que publican en las redes un respiro de esperanza que me llene de ilusión por volver a la rutina y a la monotonía. Pero ¡Ay de mí! No veo en ellas más que palabrería cuando me imagino levantándome por la mañana cogiendo el metro, en vez de la sombrilla de playa; riendo las gracias de mi jefe, en vez de los chistes de mis amigos; o escuchando mil y una quejas, en lugar de a David Bisbal o Paquito el Chocolatero.

       Es, en estas horas oscuras cuando acudo a usted para que encontrar un rayo de luz que pueda reconfortarme. Madame de mis días, le ruego un conjuro, un hechizo o una muestra de su sabiduría para que la gris losa que ahora me oprime se convierta en un arcoíris.»

Siempre suyo, 

El caballero de la triste figura

 

     Observo cómo Madame echa la cabeza hacia atrás, las pupilas desaparecen de sus ojos tornándose de un blanco radiante. Tras un instante en el que parece que todos los hados confluyen en ella, responde con voz profunda:

     «Mi reverenciado caballero de la triste figura, egregio hidalgo que, por la vasta llanura man-chega a lomos de Rocinante, va cabalgando en pos de esos fieros gigantes que tanto mal le causaron, aunque su valor y su empeño lo justificaron.

      Su huesuda y luenga presencia en mi gabinete me han reconfortado de tal modo, que le aseguro a su merced lo dichosa que me ha hecho al recurrir a mis favores.

     Tome asiento en esta jamuga y séquese ese gélido sudor, que se desliza por su cuello, sienes y frente, no me gustaría nada, que un mal relente le cayera de tangente y luego lo lamentara. Descanse tranquilo mi noble y leal caballero que haré todo cuanto pueda para solventar su desventura.

     Si, mi señor Don Quijote, el triste crepúsculo vacacional es un duro revés al que hay que dar puntapié, tal que un matojo de paja rodando cuesta abajo sin trabajo.

     Claro está que nos llenan la cabeza de aire al vacío o de peces sin aletas, con esas iterativas frases, como las que vuesa merced me menciona, cuya única utilidad es crearnos un cataclismo de baja autoestima y complejos tan malsanos, que volviéndose gusanos nos regurgitan amarguras.

      Olvídese de esos tochos aburridos y de las frases de la telaraña internauta, deshaga la madeja y recupere la ilusión.

    Y llegados a este extremo, nada mejor que anotarle este hechizo bebedizo que le curará su depresión:

              · Tres flores de campanillas amarillas que florecen todo el año. ¡Ni se le ocurra usarlas de laxante vacilante!

                · Un colmillo de ababillo velludillo

                · Cuatro patas de perdices, dos p'a ti y dos p'a mi

                · Seis castañuelas sin triquiñuelas

                · Una docena de sonrisas imprecisas

                · Diez litros de lágrimas sin pudor deshaciendo cebollas con el rallador

      Llene una olla de hierro con agua de manantial del andurrial Precipital y póngala a hervir con las campanillas, el colmillo, las patas y las sonrisas. Después apague el fuego y déjelo enfriar; mientras tanto cante para que el mal espante y acompáñese de las castañuelas que curan el dolor de muelas.

       Llene una tinaja con los diez litros de lágrimas sin pudor y métase dentro por favor. Luego pída-le a su fiel escudero Sancho que le rocíe con la mezcla de la olla y siga tocando las castañuelas a ritmo de Paquito el Chocolatero que da muy buen rollo y se sentirá más feliz que una lombriz comiendo regaliz.»

Bendecidos saludos de su inestimable vidente,

Madame Santal

    Con la despedida, las pupilas de Madame Santal regresan a su lugar mientras cuelga el teléfono. Me dirige una sonrisa al observarme intentando memorizar todos los ingredientes de su bebedizo, ya que recién regresado de vacaciones reconozco que padezco el mismo mal que el caballero de la triste figura.

     —No se apure, querido amigo. Le escribiré la receta con mucho gusto —dice mientras acaricia la bola de cristal—. Y dígame, ¿a qué se debe el placer de su visita?

¡Tenedlo muy a mano!

   Antes de que pueda responder, escucho el ulular de un búho. Miro a un lado y otro. Distingo una serpiente disecada; las alas de un murciélago, un par de tarántulas con mucho pelo y hasta un cuerno de unicornio.  Pero ni rastro de búhos. Hasta que poso la mirada en Madame que sonríe mostrándome su teléfono. Educadamente, me indica que no va a atender la llamada, pero le insisto en que puedo esperar. La verdad es que escuchar consulta y remedio resulta adictivo. En esta ocasión, el alma en pena dice llamarse Centauro del desierto.

          Estimà Santal del Rayo Adorao... ¡Dorao, ojú!

      Pos verás... he atravesado esos mundos para lelos que prometí visitar cuando te escribí la primera vé.

        Respecto del curro, la cosa está mu mal, mi arma. Sigo igualico, más tieso que la mojama y to tirao en Ganímedes...

        Como los zentauros semos unos echaos palante rezulta de que he decidío volverme pal desierto de Almería. Eso sí, por la gloria de mi madre que no está siendo na fásil... Mira, esta Era de Acuario, m’han disho algunos entes cuánticos, Los Jedis, que va a haser un viento tela pa viajà, amplificao to el invierno por curpa del plasma. La escoba voladora está averià y sin una miaja de sueldo, cohones. Asín que m’he disho, ¿me podría prestar mi princesa, vía paypal intergaláctico, sincuenta eurillos, si no es musha molestia?

    Mientras Madame intenta dar auxilio a los problemas financieros del buen centauro observo junto a la bola de cristal un tríptico en el que se habla de una iniciativa literaria. Ni qué decir que ello monopoliza mi atención. Así que al verla colgar de nuevo el teléfono, y una vez las pupilas regresan al lugar correcto, comienzo a preguntarle sobre esa iniciativa literaria.

   —Madame, ¿en qué consiste El consultorio de Madame Santal?

   —Puro teatro, amigo mío. Como la propia vida, pero sin la parte amarga. Mis clientes, amantes de la escritura, pueden dar rienda suelta a sus más locas divagaciones para que esta su servidora dé cumplida respuesta.

   —¡Genial! Tiene un toque surrealista delicioso.

  —¡De eso se trata! Con un tono de comedia, en cada entrada del blog aparecerán dos o tres personajes planteando sus consultas por medio de textos (microrrelatos), creados según la imaginación y estilo de sus respectivos autores. Respetando, eso sí, su voluntad a la hora de acompañarlos con su nombre y apellidos o simplemente como anónimos.

   —Es decir, ¿podemos participar inventándonos un personaje?

  —¡Claro que sí! El consultorio de Madame Santal es un teatro virtual en el que los autores que intervengan tendrán la libertad de jugar dentro del escenario con su personaje, manteniendo la intriga de su autoría mientras dura su colaboración y creando situaciones inusitadas para la propia protagonista, que habitualmente suele salir airosa de sus ocurrencias.

¿Cuántas veces lo utilizaremos al cabo del día?

     ¡Jo! No sé vosotros, pero a mi me parece un divertimento literario fantástico para fomentar nuestra creatividad.

   —Madame, ¿y cómo podemos participar?

  —Basta con enviar las consultas al correo: consultoriodemadamesantal@gmail.com. El texto incluirá el nombre del personaje inventado que la realiza, se trata de un microrrelato entre 200 y 400 palabras máximo. Está en su derecho como autor o autora de pedirme que figure su nombre o la dirección de su blog al término de su aportación, lo cual haré encantada. Si prefiere colaborar anónimamente, pues también me adaptaré a sus preferencias.

   Desde luego, la iniciativa comienza a activar mis aletargadas neuronas. Al punto de que casi se me pasa el motivo de mi cita, como Madame me hace ver.

 —Pero dígame, estimado, ¿qué necesitaba de esta su vidente? ¿Un encantamiento para teletransportarse? ¿tal vez extraer alguna posesión maléfica? ¿una pócima contra un hechizo vudú?

   Desde luego que mi consulta sobre cómo será la temporada de EL TINTERO DE ORO me parece en este instante una sosería. Así que de inmediato le digo que justamente eran esas tres consultas las que me preocupaban. Y como soy así de majo, no he podido dejar de compartirlas con vosotros.

¡Nunca se sabe!

     Vuelve a ulular el búho, esto, el teléfono de Madame Santal. En esta ocasión, el cliente se presenta como Personaje vulgar con crisis existencial. Aprovecho para levantarme y despedirme de Madame. Ella insiste en que me quede, pero creo que es mejor dejar que siga atendiendo con tranquilidad sus numerosos reclamos. Aunque, eso sí, no puedo evitar esperarme al inicio de esta nueva consulta:

      Madame Santal, usted es mi última esperanza.

    Todo comenzó cuando estando en casa, me sorprendí pasando el aspirador. Yo, en cuestión de limpieza, soy muy clásico, de esos guarretes que les gusta ver crecer la mugre por los rincones.

     Al verme limpiando me preocupé. ¿Yo, pasando el aspirador? Unos días después sucedió algo peor. Cuando estaba utilizando un autobús, sentado en uno de sus asientos, me vi reflejado en uno de los cristales de las ventanas haciendo algo terrible. ¡Estaba leyendo un libro! Lo solté de inmediato al darme cuenta, ante el asombro de los demás pasajeros...

     Leer, ¡habrase visto semejante tropelía!

    Agradezco muchísimo a Estrella Amaranto su fantástica predisposición para preparar esta entrada y, por supuesto, por haber creado a uno de los personajes más fascinantes de la blogosfera como es Madame Santal. Os invito a que visitéis su blog EL CONSULTORIO DE MADAME SANTAL (AQUÍ) y que participéis en el mismo, bien como actores enviando vuestras consultas (podéis consultar las bases completas (AQUÍ), bien disfrutando de una lectura amena y divertida.

    Y recordad, la sección ¿Qué te cuentas? está abierta a cualquiera que quiera ocuparla para hablarnos de Literatura y Narrativa. ¿Quieres hablarnos de tu blog o de tu libro? ¿Quieres compartir uno de tus relatos, una reseña o un artículo? ¿Quieres darnos a conocer algún concurso literario, revista o comunidad de escritores? Para ello, solo tienes que contactarme a través del correo electrónico: eltinterodeoro@hotmail.com

¿Te animas a participar?

   Atribuciones

   Esta entrada ha sido elaborada de manera conjunta por Estrella Amaranto y un servidor.

   Las imágenes se corresponden a distintas pinturas del artista Michael Cheval.

   El blog El Consultorio de Madame Santal es propiedad de Estrella Amaranto.


 ¡Saludos tinteros!