MICRORRETOS: A VUELTAS CON EL TIEMPO

¿Qué es el tiempo?, reflexionaba San Agustín. Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta no lo sé. El tiempo es algo omnipresente en nuestras vidas. Un intangible del que no podemos abstraernos, que forma parte de nuestra experiencia cotidiana y resulta imprescindible para la vida en sociedad. Ordenamos nuestro día a golpe de reloj, definimos nuestra identidad a partir de la edad, sentimos el correr de las horas... Y, sin embargo, qué difícil resulta explicar su esencia, aprehenderlo con el pensamiento, reflexionar sobre su naturaleza. El tiempo no se puede ver ni sentir, no es un objeto físico y pese a ello lo medimos. ¿Y cómo puede medirse algo que los sentidos no perciben? ¿Qué miden los relojes? La esfera del reloj no es más que una unidad de referencia, una convención aceptada e interpretable para medir la duración de ciertos fenómenos o acontecimientos. Algo que ayuda a regular conductas coordinándolas con las de los demás o con proce

EL VIRUS QUE ACECHA ENTRE LOS ÁRBOLES, un relato de Baldomero Dugo

"COMUNIDAD DE ESCRITORES", "EL TINTERO DE ORO", "CONCURSOS LITERARIOS", "BLOG DE RELATOS", "BLOGS DE RELATOS", "AUTOPUBLICACION", "RELATOS", "PROMOCIONA TU BLOG", "ANTOLOGÍA DE RELATOS", "PREMIOS LITERARIOS", "REVISTA LITERARIA DIGITAL", "MICRORRELATOS", "BLOGS DE ESCRITORES", "BLOG DE RELATOS BREVES", "RETO CREATIVO", "PUBLICA TU RELATO GRATIS", "TALLER DE RELATOS", "COMO MEJORO MI RELATO", "GENTE EN LOS BALCONES",  "CORONAVIRUS", "RELATO DEL CONFINAMIENTO"


  Dicen que quien se va nunca vuelve. Quien marchó de nuestra vida durante un tiempo, cuando regrese, lo hará cargado de nuevas experiencias que lo habrán transformado. De alguna manera, estos días nos hemos ido todos; cuando nos reencontremos, tal vez cada uno de nosotros seamos un poco distintos. 

  En cualquier caso, quienes escribimos tenemos la misión de dejar impresas las sensaciones de lo vivido para que nunca olvidemos lo extraordinario. Nuestro compañero de letras Baldomero Dugo nos regala este relato escrito con la tinta de la emoción. 

  ¡No os lo perdáis!

EL VIRUS QUE ACECHA ENTRE LOS ÁRBOLES de Beri Dugo

1. Llegadas

   Cuando más desprevenidos estamos, suele ocurrir algo que trastoca por completo nuestros planes vitales. Es cierto que por la televisión y por Internet habíamos recibido en los últimos tiempos noticias alarmantes sobre un nuevo virus que estaba haciendo enfermar a cientos de personas en la provincia china de Hubei. Pero como nos explicaban en el colegio, lo que ocurre a miles de kilómetros de distancia apenas nos afecta si lo analizamos a la luz de nuestras pequeñas tragedias locales. Qué duda cabe que mil muertos en China o India siempre nos impacta menos que un solo fallecido en nuestra propia barriada. Así es la naturaleza humana.

   Así, a pesar de nuestras certezas, una mañana nos desayunamos con la noticia de que ese nuevo agente patógeno, bautizado con el extraño nombre de SARS-CoV-2, había decidido cruzar nuestras fronteras e integrarse en nuestro paisaje autóctono. No se trataba de una nueva especie de flor silvestre, de suaves pétalos y embriagador aroma, sino de un virus muy contagioso que podía derivar en neumonía, de efectos devastadores en la población anciana o con enfermedades crónicas.

  


    Y, ante el aluvión de casos que se detectaron en los primeros días del mes de marzo, el Gobierno de la Nación tuvo que declarar el estado de alarma, haciendo frente al avance imparable del también conocido como virus del COVID-19 o coronavirus. 

   —¡Mami, me aburro como un mochuelo!—exclamó el niño resoplando de manera ostensible. Ya hacía una semana que duraba el confinamiento de la población en sus hogares y los críos comenzaban a echar de menos el trajín escolar. 

   —Nicolai, ¿ya has acabado los deberes de las construcciones romanas? —respondió la madre asomando la cabeza por la puerta entreabierta de su cuarto—. Si ya has terminado, ¿por qué no haces un bonito dibujo sobre ese bicho tan malo? 

   Al igual que todos en casa, el pequeño de diez años había escuchado en las noticias de la tele que seguramente la llegada del buen tiempo ralentizaría el desarrollo del virus; puesto que los rayos ultravioletas y el incremento de las temperaturas no le hacían tan grata su existencia entre nosotros. Así pues, cada mañana, en cuanto se levantaba de la cama, el jovial crío salía corriendo al balcón y se aprestaba a contar las nuevas flores que habían nacido en las ramas de los árboles que se alzaban en la acera de enfrente. 

   —Una, dos, tres, cuatro…¡diez flores nuevas! —gritó Nicolai al frío viento de la mañana saltando de puro contento—. ¡El bicho tiene los días contados! ¡Zas, zas, he matado a un millón de los vuestros! —profirió el rubio azote del coronavirus mientras agitaba sus brazos en todas direcciones. 

   Mientras tanto, sus padres le observaban divertidos desde el interior de su propio dormitorio, despertados por aquel batir de alas y aquellos chillidos pueriles.


2. Encuentros

  
   Tardó varios días en acabar su obra maestra; ya que debía intercalar su elaboración con la realización del considerable número de actividades que Eva, su maestra de cuarto de primaria, les había propuesto a él y a sus compañeros a través del site de la escuela. En aquel mural de un metro de ancho mostraba en primer término un gigantesco virus circular con multitud de pinchos alrededor. Su mera contemplación daba pavor. Papá le ayudó a pintarlo de variopintos colores usando para ello los rotuladores del cole. En la sección central, un sonriente muñequito ataviado de médico, con su bata y demás complementos de color verde, gritaba un contundente ¡fuera coronavirus! En la parte derecha, un grupo diverso integrado por figuras de diferentes tamaños y proporciones representaban a los valerosos ciudadanos de cualquiera de nuestras ciudades, quienes portaban pancartas donde se podían leer consignas del tipo:«¡Vete coronavirus, no eres bienvenido!» 

  Con la mayor de las ilusiones, Nicolai cogió con cuidado su mural y lo sacó a la galería, colgándolo con pedacitos de celo en la pared, lo más alto que pudo. Quería que los vecinos pudiesen compartir con su familia aquel mensaje claro contra aquel maligno bicho que en pocos días había puesto en jaque a todo el país, situación que se podía hacer extensible a todo el planeta. Pero no se podía ignorar que, en paralelo, aquel mismo virus había sido el detonante a nivel global de un colosal tsunami de solidaridad y de fraternidad entre las gentes, con el que más pronto que tarde se le pondría punto final a aquella pesadilla. 

   De pronto, una voz a su espalda le hizo darse la vuelta a la par que sonreía a la señora que vivía en el piso de enfrente. No sabía su nombre, pero sus padres le habían contado alguna vez que aquella anciana vivía sola. 

   —¡Hola, guapo! ¡Pero qué dibujo tan lindo que has hecho! 

   —¡Gracias! ¿Le gusta? —acertó a responder el crío a la par que se sonrojaban sus mejillas. 

   —¡Muchísimo, hijo! Ojalá que podamos acabar pronto con el virus. Las personas mayores como yo estamos en peligro… 

   Y dicho esto, la vecina entró en casa, enjugándose las lágrimas que ya asomaban por sus ojos.

   Aquel mismo día, las vecinas del piso de abajo habían anunciado a través del grupo de WhatsApp de la comunidad de vecinos que a las doce del mediodía saldrían al balcón para cantar una canción dedicada a todo el mundo, en especial a todos quienes estuvieran sufriendo los efectos de la pandemia. Así, a la hora convenida, María José y Mónica, su simpática hija de once años, asomaron sus morenas cabezas por sobre de la barandilla de la balconada y entonaron a dos voces una bella composición titulada Mirall de Pau. Desde que empezaron a sonar los primeros acordes, docenas de moradores y los escasos peatones que transitaban por la calle dejaron de hacer lo que estuvieran haciendo, permitiendo que aquellas hermosas notas los transportaran a otro lugar muy lejos de aquella jaula sin barrotes.

Fragmento de Espejo de paz, de David Melgar y Gibert d´Artze


  Como cada día coincidiendo con el ocaso, gran parte de los residentes salían a las balconadas a las ocho en punto de la tarde para aplaudir al personal sanitario que en todo el país arriesgaban sus vidas para salvar las nuestras. Era como la hora del patio, no en vano se aprovechaba para cantar, bailar y compartir algunas risas que permitiesen olvidar por un momento la pandemia que se extendía sobre la faz de la Tierra como si fuera un vertido de petróleo sobre las aguas del mar de todos. 

   Un representante de la asociación de vecinos hacía las veces de maestro de ceremonias. Como de costumbre, plantaba su amplificador en mitad de la calle y animaba a sus paisanos a compartir con él unos minutos de asueto liberador. Participando del espectáculo callejero, docenas de ojos anhelantes de una solución que les permitiera salir del pozo sin fondo, deseosos de recuperar sus vidas arrebatadas tan inesperadamente.

   Por su parte, Nicolai, papá y mamá se unían al recital de palmas y risas, haciendo una improvisada conga de un extremo al otro de la galería. A modo de decorado, el mural del coronavirus se asemejaba a un escaparate navideño, rodeado por unas parpadeantes luces de colores de las de los chinos.

3. Partidas


   Aquel nuevo virus, de origen animal, había saltado a los seres humanos echando raíces entre nosotros, amenazando seriamente nuestra existencia. No tardaron en sucumbir las personas más débiles. Pero no solamente fallecían personas mayores o ancianas; sino que también nos dejaban conciudadanos que padecían alguna enfermedad crónica como diabetes o asma. Aunque no había nadie en este mundo que pudiese jactarse de ser inmune al COVID-19. De hecho, en todos los estratos de la sociedad los contagiados se contaban por miles, cientos de miles en el conjunto del planeta. 

   A oídos de los padres de Nicolai habían llegado noticias desalentadoras en cuanto a su entorno más inmediato. Una vecina de la cajera del supermercado había fallecido víctima del virus a la prematura edad de cincuenta y cinco años. En otra barriada del pueblo, la tragedia había golpeado a la familia de una clienta habitual de las paradas del mercado de Serraparera. Lucía, la panadera, le había contado a mami el triste caso de aquella señora. Apenas sesenta años y enferma de asma. Su viudo había confesado que habían postergado su visita al hospital público que les correspondía por zona de residencia, temiendo la enorme saturación allí reinante. Y cuando por fin se acercaron ya era demasiado tarde. 

   —Papi, tengo miedo por la yaya. No quiero que se muera… —dijo Nicolai tapándose la carita con las manos. 

   —No, hijo, no tengas miedo. La yaya está bien —intentó tranquilizarle su padre acariciándole suavemente la cabeza—. Verás pronto cómo los médicos encontrarán una vacuna para el coronavirus ese, y entonces iremos a visitar a mami Conchita y volverás a jugar con la perrita Chispita. 



   Aquella noche el niño se sumió en el sueño con una plácida sonrisa, enmarcada por un rostro ilusionado. Soñó con que él y sus amigos salían de sus casas a escondidas para reunirse en el parque infantil próximo, donde jugaron y charlaron hasta altas horas de la madrugada sobre lo que harían cuando ya pudiesen salir a la calle sin miedo, una vez superada la crisis del virus. La escena acontecía a la luz argentada de una luna llena redonda como una tarta de nata, como testigo silencioso de sus miedos y esperanzas.

Fin


   © Baldomero Dugo. Relato y fotografía mural.


Clica sobre la imagen para acceder al blog de Beri Dugo

    

   Si quieres participar en la sección ¿Qué te cuentas? basta con que lo solicites por mail a eltinterodeoro@hotmail.com. Más información en:


    ¡Saludos tinteros!

Comentarios

  1. Buenos días, David y resto de compañeros/as de El Tintero de Oro! Ante todo, agradecer a nuestro amigo David que me haya dado la oportunidad de compartir con vosotros este relato, donde he plasmado mis reflexiones sobre esta pandemia que nos está golpeando tan duro en estos días, tanto a familiares y amigos, como a muchas personas a las que no conocemos. Así mismo, he querido recoger algunas de las vivencias y anécdotas acaecidas tanto en el seno de mi familia como en mi entorno más inmediato. Espero que estas palabras sean de vuestro interés y que os puedan aportar algo bueno. Recibid un fortísimo abrazo y cuidaos!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Beri,
      Como siempre, lo has clavado. Has enlazado el azote del virus con la llegada de la primavera, insinuando que la naturaleza es implacable y si a nosotros nos ha picado el coronavirus, el mismo sera picado por la primavera y el buen tiempo.

      Eliminar
    2. Al contrario, gracias a ti por ofrecernos este testimonio emocionante y emocionado sobre estos días tan peculiares que estamos viviendo. Aquí se queda para cuando de aquí a un año, cuando comencemos a olvidar, lo tengamos siempre presente. Un fuerte abrazo!!

      Eliminar
  2. Has escrito un cuento que de ello aprendemos tanto como los sentimientos que todos hoy sentimos. Deseamos que todo pase lo más rápido posible y que nos sirva de experiencia para no cometer tantos errores contra la naturaleza. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Carmen. Desde luego que Beri nos ha regalado un testimonio del día a día que estamos viviendo y seguro que dentro de un año, al releerlo con la distancia, nos provocará nuevas sensaciones. Un abrazo de mi parte y de Beri

      Eliminar
  3. Es imposible no sentirse identificado con el relato. Está muy bien escrito y puede estar describiendo la situación en que nos encontramos cualquiera de nosotros.
    Felicidades y gracias.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Macondo. Desde luego que sí, un estupendo aporte de Beri para el blog. Un abrazo!!

      Eliminar
  4. Creo que sí David. Definitivamente cuando nos reencontremos seremos distintos. Nos habremos dado cuenta de nuestra vulnerabilidad y sabremos disfrutar realmente de los placeres que nos regala la vida. También, inevitablemente, los que salgan indemnes de esta situación no deberán olvidar las muchas vidas que se van quedando en el camino cada día. Pienso que el relato de Beri Dugo es muy importante para no olvidar. Y es que lo que no se escribe, se acaba por diluir en nuestra memoria colectiva. El sueño de ese niño es el sueño de todos nosotros.
    Un fuerte abrazo para todos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Miguel. Hay días que pienso que con esta época vamos a replantearnos muchas cosas; pero en otros días, pienso lo contrario, que cuando llegue agosto y estemos en la terracita del chiringuito acompañados de una cerveza y unas bravas ni nos acordaremos de estas semanas. En fin, lo bueno de la tinta escrita, aunque sea virtual es que siempre queda para siempre.
      Beri ha estado fantástico regalándonos este testimonio para el blog. Un abrazo!!

      Eliminar
  5. Hermoso y esperanzador relato. Esperemos que los sueños de Nikolai se cumplan (no lo de salir a escondidas al parque) y todos podamos de nuevo salir a visitar a nuestros familiares y amigos a los que hace ya tres semanas que no vemos.
    Gracias por este relato.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Rosa. Seguro que sí y más pronto de lo que podemos esperar. Un estupendo aporte de Beri para el blog. Un abrazo!!

      Eliminar
  6. Me ha encantado el relato. Gracias por compartirlo y hacer pasar el tiempo algo más agradable.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Éowyn. En nombre propio y en el de Beri. Un abrazo!!

      Eliminar
  7. Un relato de gran actualidad que, contado hace meses, podría haber sido una historia de ficción inimaginable. Me parece estupendo que este tipo de relatos queden recogidos para no olvidar la situación que un día vivimos, ya que la memoria humana es muy débil.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Macarena. Buen apunte. Si este relato de Beri lo hubiéramos publicado en noviembre, seguro que lo hubiéramos catalogado como de ciencia ficción. Pero lo que son las cosas, ha devenido en una historia real como la vida misma y un testimonio al que regresar cuando comencemos a olvidar. Un fuerte abrazo!!

      Eliminar
  8. Qué bien, leer una historia desde la mirada de un niño, con ayuda del papá jeje. Gracias Beri. Acababa de leer otra historia, que me ha resultado más amarga del mismo Covid, pero de una doctora. Así que me cambia el ánimo con esta histori que nos traes. La esperanza del cambio se me hace más cercano por el chiquillo y por todos. Vaya cambio está suponiendo para todos lo que está ocurriendo... Ánimo y salud. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Eme. Un relato que bien podría ser de ciencia ficción si se hubiera publicado hace apenas unos meses. En fin, en todo caso, es un testimonio sentido que Beri Dugo ha tenido la enorme generosidad de compartir con todos nosotros en el blog. Un fuerte abrazo y ¡salud!!

      Eliminar
  9. Buenos días, Julio David. Ante todo, te agradezco tu comentario. Solo quiero aclarar que en ningún caso he pretendido "sobre-educar" al lector. Únicamente he querido compartir con el hipotético lector de esta historia algunas de las vivencias que he compartido con familiares y vecinos durante estos duros días de obligado encierro, ni más ni menos. En cuanto a la técnica o el estilo narrativo que he hecho servir para expresar las ideas o sentimientos plasmados en el texto, opino que es una cuestión que prefiero dejar en manos de personas más doctas que yo en temas literarios. No obstante lo anterior, sí que manifiesto que me pareció interesante mostrar el contraste entre la visión que se da de este tema desde los mass media (visión más objetiva, pero también más fría), y, por contra, la visión subjetiva de las personas con nombre y apellidos que estamos sufriendo esta auténtica realidad distópica, prestando una especial atención a cómo están viviendo esta situación los niños/as, víctimas inocentes de nuestros propios errores. Insisto, muchas gracias por tu comentario y cuídate. Un saludo.

    ResponderEliminar
  10. Muchísimas gracias amigo Beri por hacernos este regalo tan entrañable para superar esta dura experiencia que atravesamos y contribuir con lo mejor de ti mismo en favor de la solidaridad y el bien común.
    Crear una historia tan tierna a partir de las vivencias de un niño junto a su entorno familiar me ha parecido una idea fantástica como argumento para transmitir a tantas familias que lo están pasando mal, un mensaje esperanzador y oportuno, que ojalá cumpla su cometido.
    Por mi parte, como siempre, querido y entrañable amigo Beri, mi admiración y aplausos.
    Esta vez además de un abrazo, te regalo un beso libre de contagio. Cuídate campeón!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Estrella. Desde luego que ha sido un maravilloso aporte de Beri para este blog. Siempre decimos que un relato debe contar la verdad, y en este se puede observar la tinta de la emoción de lo vivido en estos días. Cuando ello sucede logra el milagro de conectar con el lector. Un fuerte abrazo en nombre de Beri y mio propio.

      Eliminar
  11. Hola Beri, me ha emocionado mucho tu cuento no tan cuento, escrito desde la sensibilidad y el mundo particular de un niño. Algún compañero te ha comentado que es una crónica de lo que nos está ocurriendo, y así es. Estas difíciles semanas, donde tantas pérdidas humanas han habido (ya se hablará más adelante, cunado toque, de las económicas y de las responsabilidades políticas), , el ser humano se divides en dos bandos: unos pocos que sacan el peor aspecto, y otros muchos todas sus cualidades humanas.

    Gracias por la emoción que has sabido comunicar Beri. A cuidar de nuestros mayaores, de nuestros. niños, y de nosotros mismos, es lo que toca.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Isabel. Sin duda ha sido un regalo literario el que nos ha realizado Beri. Un abrazo!!

      Eliminar
  12. Un relato precioso basado en la ya, por desgracia, cotidiana vida confinada a la que nos vemos abocados. Los niños, en su inocencia, viven y sobreviven a esta experiencia tan extraña (la recordarán de mayores como yo recuerdo la gran nevada de 1962 en Barcelona, je,je) a su manera, generalmente más creativa que la nuestra.
    Enhorabuena por haber sabido plasmar en unas líneas tanta sendiblidad.
    Un abrazo para ambos, autor y "editor".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Josep. Creo que es bueno que los avatares de nuestra vida queden reflejados no solo en los informativos, sino en testimonios particulares como el que nos ha regalado Beri. Un abrazo!!

      Eliminar
  13. Emotivo y muy conmovedor. Un cuento precioso, Beri.

    ResponderEliminar
  14. !Hola David!

    Excelente introducción la que haces para dejarnos este relato tan elocuente de Beri Dugo, en el que de manera sensible y muy objetiva, pues hasta trata al virus con cierta amabilidad (después de todo es otro ser vivo más, no tiene la culpa de existir, o de mutar de manera tan caótica para la población humana), nos narra los acontecimientos que le rodean en el entorno familiar y comunitario en esta crisis mundial.

    Beri, me gustó la manera en que lo llevaste, esa división en tres partes, para resaltar en cada episodio lo positivo y negativo de esta situación, y el cómo ha afectado a la población más adulta y a los niños, sin entrar en detalles del demoledor desastre emocional, económico y social que representa para los de las otras edades. !Bien por tí!

    Es un relato real en tiempo real, con una narrativa veráz, entretenida y hasta diría que gozosa, por la solidaridad y la ingenuidad que le imprimes y por ese alentador y esperanzador final.

    Ojalá que todos los niños lo estén llevando como Nicolai, en eso influye mucho la forma de acompañamiento de los padres.

    Gracias a ambos por este regalo y felicito a Beri por dotar esta historia de ingredientes positivos.

    A seguir cuidándonos todos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Harolina. Como apuntas los niños pueden ver lo que sea en la televisión, pero lo que de verdad les importa emocionalmente es la reacción de sus padres. Los que tenemos niños pequeños debemos aportar tranquilidad y normalidad para que no vean en esta situación algo que les pueda generar ansiedad. Un fuerte abrazo!!

      Eliminar
  15. Sí que seremos distintos cuando todo esto pase. Espero que hayamos cambiado a mejor. Me ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Rocío. A ver... Que el ser humano suele tener una memoria muy frágil. Acepto gustoso tu invitación, para pasarme sin previo aviso, je, je, je... Un abrazo

      Eliminar
  16. Hermoso y entrañable relato sobre un tema que no tiene nada de hermoso ni entrañable. Ante la aterradora realidad, no hay mejor refugio que la imaginación, especialmente, cuando es tan fértil como la tuya. Enhorabuena, Beri, por esta historia llena de esperanza. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Paco. Sin duda ha sido un excelente aporte el testimonio relatado que Beri nos ha regalado para el blog. Un abrazo

      Eliminar
  17. Muchas veces me pregunto como se verá la pandemia desde diferentes perspectivas,... y quizás el protagonista que has elegido para tu relato es una de las más amables y alentadoras que nos podemos encontrar. Gracias Beri!

    ResponderEliminar
  18. Buenos días a todos/as y feliz domingo de Pascua. Solo quería agradeceros vuestros amables comentarios. Espero que mi relato os haya aportado algo bueno, y que nos ayude a no olvidar lo sucedido durante estos días aciagos. Cuidaos y un abrazo!

    ResponderEliminar
  19. Supongo que es a los niños a quienes les cuesta más entender la verdadera dimensión acerca de a que nos enfrentamos, y comprender que por un tiempo sus vidas no volverán a ser como eran. Esa visión desde el punto de vista de un niño es la que transmite tu relato, inocente a veces, esperanzadora otras, y en todo ello de fondo está el drama de la gente mayor o más afectada por alguna otra causa. Gracias por compartirlo, Beri. Un abrazo y cuidate.

    ResponderEliminar
  20. Recuerdo la salida del último día hábil de colegio, (donde yo vivo fue un jueves) y los niños corriendo abrazaban a su madre, padre o abuelos mientras les decían emocionados "mañana viernes no hay cole". Los primeros días del confinamiento habían sido fantásticos para ellos, dormir hasta tarde, poco que hacer, mucho jugar... pero pronto comenzaron a darse cuenta de la cruda realidad.
    Recuerdo esta pregunt inocente de difícil respuesta ¿Por qué los adultos se buscan estos castigos, yo de adulto seré igual?
    Me ha encantado tu relato, Beri, visto a través de los ojos de un niño aque maravillado contaba las flores del árbol para dar por finalizado el tiempo de vida del virus.
    Muy bien planteado, ubicándonos en la realidad para que no se nos olvide, a ver si los responsables muestran un poco más de corazón ante esta desgracia tan grande para la humanidad. Nos has compartido historias de vida que ayudan a sobrellevar la que nos está cayendo.
    Un abrazo y muchas gracias.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario