GALA DE PREMIOS 47ª Ed. Autor Anónimo

El graderío se iba llenando de espectadores, aros concéntricos de cuerpos expectantes en torno a un entarimado donde ya esperaban los últimos autores de la temporada. Eran veintinueve en total, todos vestidos con una amplia capa que distorsionaba su físico, la cabeza cubierta por una capucha y el rostro oculto tras una máscara veneciana, inidentificables unos de otros. Se hallaban en pie formando un círculo en torno a un reloj de arena, verdadero centro del espacio y de la atención de los presentes, instrumento de mecánica imparcial que desgranaba los segundos libre de pasiones y urgencias, ajeno a la ansiedad de cuantos le rodeaban. Ni los tañidos de las campanas anunciando la llegada del nuevo año provocarían entre los presentes tanta expectación como lo hacía aquel pequeño objeto de vidrio y madera. Con el último grano cayó un manto de silencio sobre el recinto, espeso como la tinta. A través de la única puerta de acceso hizo su entrada el maestro de ceremonias, portando la pluma ...

¿Por Qué Yo?, de Anónimo 06

 


 

—Últimamente te he notado algo preocupada, amiga mía.

—Tienes toda la razón, es por este asunto de las becas.

—¿A qué te refieres?

—Cada semestre la universidad otorga a ciertos estudiantes unos créditos no necesariamente académicos.

—Entiendo, son esas que se otorgan por pertenecer a una minoría, o por necesidad económica, o simplemente porque uno pertenece a una categoría que algún patrocinador desea beneficiar.

—Exacto, en mi caso, debido al mérito deportivo.

—¡Bien por ti! ¿Aplicaste a una de esas becas este semestre?

—Ese es el punto. Yo nunca he aplicado formalmente; sin embargo, desde que estoy en la selección de la U, cada semestre recibo un cheque de ayuda, no solo para cubrir la matrícula, sino también para subsistir.

—Vaya, no lo sabía. Aunque algunas compañeras del equipo también reciben esos apoyos, ¿no?

—Es verdad. Solo que, en el caso regular, ellas lo reciben una sola vez durante su paso por el equipo. En cambio, yo lo he recibido cuatro veces, una por cada semestre que llevo jugando.

—Mmm, pues yo no veo aquí ningún problema. ¿Quién es tu patrocinador?

—Ese es el punto que me tiene un tanto inquieta. Es un aporte anónimo. El patrocinador solicitó explícitamente a la fundación que no se mencione su identidad.

—Te lo digo de nuevo: es dinero que alguien que aprecia tu talento te envía legalmente como ayuda. En vez de preocuparte, deberías estar feliz.

—Eso es lo que me inquieta: al ser un aporte anónimo y tan constante...

—¿Cuál es el miedo que eso te provoca?

—¿Miedo? Tal vez. Lo que pasa es que no entiendo por qué yo recibo esa beca. No es que sea una gran alumna ni una jugadora excepcional. Hay chicas más talentosas y con mayores necesidades.

—Sigo sin entender la angustia.

—El meollo del asunto es: ¿por qué yo? ¿Qué querrá la persona que está detrás del patrocinio a cambio?

—Ah, ya veo... ¿Piensas que un día vendrá alguien a reclamarte lo invertido?

—Exactamente. ¿Qué pasaría si fuera un hombre que quisiera algo a cambio?

—Je, je... por favor. Eso no va a pasar. Las becas se otorgan y, por lo general, no hay relación directa entre el donante y el alumno. Es algo impersonal. No hay forma de que se conozcan o establezcan contacto.

—En teoría, sí. Pero recuerda: yo he recibido el apoyo religiosamente cada semestre.

—¿Aparte de un enamorado secreto, tienes alguna otra teoría?

—Sospecho que podría no ser un admirador mío, sino mi madre.

—Ufff... eso está fuerte. ¿Algo así como que tu mamá tuvo una aventura y tú naciste de eso?

—Sí. Eso lo explicaría todo.

—No suena muy verosímil. Conozco a tus papás y parecen tener buena relación. Además, te pareces a los dos. Bastaría un examen de ADN para salir de dudas.

—Tengo otras teorías...

—¿Como cuáles?

—Que el comité deportivo o la universidad está lavando dinero.

—No creo que sea el caso. Esos apoyos vienen de entidades bien conocidas. Si fuera lavado, lo repartirían entre muchos alumnos, no siempre a la misma persona.

—No es solo la procedencia del dinero. También está lo que causa.

—¿Cómo qué?

—Pues que, si las demás compañeras, no solo del equipo, sino de toda la facultad, se enteran, podría haber envidias.

—Bueno, mientras no andes contando eso, todo es confidencial. Y si alguien te agrede por ello, puedes levantar una queja. Así que no te mortifiques.

—También creo que mi patrocinador debe tener mucho poder. Ese dinero podría "perderse" fácilmente en el comité financiero. La secretaria o alguien más podría "olvidar" el cheque en un cajón. Pero nunca ha pasado. Eso significa que esa persona misteriosa lleva un registro puntual de su aporte.

—No hay razón para pensar que los funcionarios desvían fondos. Son personas seleccionadas con cuidado, y trabajan con honestidad. Lo que pasa es que tienes demasiada imaginación. Estás viendo moros con tranchetes, como decimos.

—Quizás tengas razón, pero el anonimato es lo que me incomoda.

—Y puede que eso sea justo lo mejor. Así ni tú ni esa persona están obligados el uno con el otro.

—Ok, creo que ya terminó la hora de comida. ¿Volvemos a la práctica?

—¡Dale!

—Oye, acabo de recibir un mensaje anónimo en el teléfono. Mira lo que dice: "No te preocupes por el dinero. Es solo el principio. Pronto sabrás quién soy y por qué te elegí específicamente a ti."

Comentarios