Llovía
que te cagabas.
Esta frase tan contundente como real,
podía haberse escrito de una manera más elegante, como por ejemplo: “aquel
chubasco imprevisto inundaba del líquido elemento las aceras de la ciudad
solitaria”, pero sería faltar a la verdad, porque realmente… llovía que te
cagabas.
Y yo con un agujero en el zapato derecho
que no estaba arreglado del todo porque el zapatero me cobraba una barbaridad.
Si lo sé salgo a la calle en chanclas, si bien, no sé si en el mundo del
espionaje usaban éstas. Nunca vi a James Bond así vestido.
Y yo allí, a mis 35 años, en mi primer
trabajo profesional, de becario en prácticas.
Tal vez puedo parecer un poco mayor,
pero tengo que admitir que en la academia suspendía siempre la asignatura de
“ocultarse en las columnas convenientemente” pues lo hacía fatal y mi barriga
sobresalía generalmente. Además, tras ver las diversas pruebas de los posibles
delincuentes, yo siempre apostaba a que el culpable era el mayordomo, lo
hubiera o no, y eso no gustaba al profesorado.
El caso es que tras terminar la carrera
de “espías y demás seres oculutos” y no con brillante nota, por cierto, me
había contratado como becario la empresa de detectives “Que no te vea” y estaba muy nervioso de que
todo saliera bien. Era un caso la mar de sencillo. Os cuento:
El marido, un cliente ya talludito,
estaba convencido que su mujer joven y espléndida se la pegaba con otro.
Aquellas llamadas telefónicas a todas horas, ese arreglarse más de la cuenta y
con aquellas minifaldas escandalosas y sobre todo que llevaban más de 7 meses
sin hacer el amor, con la excusa de dolores de cabeza, cansancios varios y ese
“hoy no toca”, llevó a nuestro cliente a sospechar algo. En la oficina, tras
las primeras pesquisas comenzamos a llamarlo “el ciervo”. Creo que me explico.
No sólo había un amante.
Además, esta separación física, se
manifestaba también en el lenguaje verbal y según nos contaba algo preocupado
el cliente, pasó se ser llamado “cariñito” y “bombón” a ese grosero “oye tú”.
El marido no se lo explicaba y quería constancia del delito de su mujer. Así
que comencé a seguirla junto a mi superior, la famosa detective Martita, que a
las primeras de cambio se sinceró conmigo: Este tiene más cuernos que un
rinoceronte. Motivo por el cual, dejamos de llamarle “El ciervo” y pasó a ser
dicho animal africano.
Era para sospechar. Francamente sí.
Veréis por qué lo digo, y seguía lloviendo una barbaridad:
Que una persona se arregle es totalmente
correcto y se agradece, pero…esta mujer salía a la calle y era todo un
escándalo. Y no sólo eso, sino que ya desde los primeros días de vigilancia
pudimos comprobar que no sólo se lo hacía con un tío, sino…que tenía varios
amantes. Los coleccionaba.
Estaba el joven veinteañero que olía a
colonia, el del coche rojo bien plantado y finalmente el del bigote. No sé, tal
vez hubo más. Qué barbaridad. Tres personajes distintos y con los que
gustosamente se citaba, quedaba, se besaban y se encerraban a cal y canto en un
hotel. La verdad, todo sea dicho, es que la mujer era una monada. Y a mi, por
qué no negarlo, aquella mujer comenzó a gustarme. Qué se le va a hacer, en la
historia del espionaje no sería la primera vez que esto ocurre.
Así que llegó este día de la lluvia
tremenda, en donde mi jefe me dejó solo en la vigilancia.
La mujer vigilada era muy mona, pero
algo “lerda” sí que lo era también, y lo digo porque al igual que yo ese día
salió sin paraguas. Es lo bueno que tiene ser espia, que uno se da cuenta de
todos los detalles. También había salido sin sujetador.
Yo le había seguido y ahora estaba en la
cafetería de la cita de ella con el del coche rojo. Un flamante BMW
descapotable, pero como el dueño no era lerdo también le había puesto
naturalmente la capota. Se reían sin parar ambos y no paraban de besarse a eso
de las 12 de la mañana. Les saqué un par de fotos.
Pero llegó un momento que ella se enojó
por algo y entonces lo echó de su lado, y el caso es que él se fue cabreado.
Podía hacer 2 cosas: o salir de allí con mis 2 fotos y finalizar mi vigilancia
o bien…intentar hablar con ella, ya digo que estaba monísima. ¿Qué creeis que
hice?
Pues lo que haría todo el mundo. Me
acerqué y…
Ahora estamos el de los 20 años, el del
BMW que se reconcilió, el del bigote y yo. Como somos 4 ya podemos jugar al mus
y puede ser muy divertido porque tenemos muchas cosas en común.
En el informe final, he jurado y
perjurado que la mujer investigada, tiene algún amigo, eso sí, pero que no
llega a pecar a fondo. Bueno, esto del pecar dio mucho que hablar, pero
mencioné que más que un pecado mortal, su conducta intachable puede
considerarse como de los otros pecados, de los más leves, esos pecados
llamados…geniales. Bueno, creo que era con “v” en vez de “g”.
Y yo encantado. Me han echado de la
empresa pero me paseo muchos días con mi
amigo el del BMW y uno de cuatro días estoy con mi chica favorita.
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