GALA DE PREMIOS 47ª Ed. Autor Anónimo

El graderío se iba llenando de espectadores, aros concéntricos de cuerpos expectantes en torno a un entarimado donde ya esperaban los últimos autores de la temporada. Eran veintinueve en total, todos vestidos con una amplia capa que distorsionaba su físico, la cabeza cubierta por una capucha y el rostro oculto tras una máscara veneciana, inidentificables unos de otros. Se hallaban en pie formando un círculo en torno a un reloj de arena, verdadero centro del espacio y de la atención de los presentes, instrumento de mecánica imparcial que desgranaba los segundos libre de pasiones y urgencias, ajeno a la ansiedad de cuantos le rodeaban. Ni los tañidos de las campanas anunciando la llegada del nuevo año provocarían entre los presentes tanta expectación como lo hacía aquel pequeño objeto de vidrio y madera. Con el último grano cayó un manto de silencio sobre el recinto, espeso como la tinta. A través de la única puerta de acceso hizo su entrada el maestro de ceremonias, portando la pluma ...

Con mi dibujo ya no tengo miedo, de Anónimo 09

 


El Doctor Alberto Losada Jiménez se mueve por el escenario con paso resuelto pero a la vez tranquilo. Camina como quien ha aprendido a no vacilar ante la urgencia, pero sin el estruendo del ego. Con el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante, como empujado por un propósito interior, con los hombros relajados, como quien ha cargado muchas veces el peso del dolor ajeno.

.-La aplicación “CBP One” creada por la administración de Joe Biden en EEUU, como un medio para que los migrantes entraran legalmente en los Estados Unidos y el objetivo de prevenir la inmigración irregular, fue cancelada por la administración de Donald Trump, quien ha revocado los permisos de residencia y trabajo otorgados y ha ordenado a sus beneficiarios que abandonen el país inmediatamente, ya que si se quedan en EE.UU. pueden ser sometidos a enjuiciamiento.

Así que esos aproximadamente 900.000 migrantes que ingresaron por la frontera sur, y que podían permanecer durante dos años con un permiso para trabajar legalmente y legalizar su residencia, deben acogerse a la actual “CBP Home”, una nueva versión de la aplicación para “autodeportarse” o sea, hacer el trayecto a la inversa. Además, se cancelaron todas las citas programadas, dejando a miles de personas varadas en México.

“Tapachula” es la segunda ciudad más importante del estado de “Chiapas”, en el sur de México,cerca de la frontera con Guatemala y el Océano Pacífico. Una ciudad de paso para millones de centroamericanos que huyen hacia o desde Estados Unidos. Pero también una trampa, un lugar donde las políticas anti-inmigratorias aplastan los sueños de muchos que se mantienen viviendo en condiciones inhumanas.

Allí encontramos a mujeres, hombres y niños a media tarde, tirados en los suelos de los pasillos del albergue de acogida para personas migrantes. Dormitan a la sombra, conversan sin entusiasmo, un grupo de mujeres cocinan tortillas en una sala. No ríen, no cantan. Sus rostros de mirada desencajada son la metáfora del tsunami que la nueva política migratoria de Estados Unidos ha provocado en un México, que comparte con su vecino del norte más de 3.000 kilómetros de porosa frontera y una dilatada historia de rencillas.

Se han ido juntando los autodeportados con los que, a pesar de tener la cita acordada para el asilo, aún no habían hecho el viaje de ida y mantienen empecinadamente la ilusión de que “algo” cambie y les dejen llegar a la tierra prometida.

Pero hoy no estoy ante vosotros en esta charla a la que tan gentilmente me han invitado para contaros las atrocidades de la emigración. Estoy para confirmar la importancia de un sencillo acto de humanidad.

Uno de los primeros días de mi última visita, me había detenido en la fila de los que esperaban el reparto de las cajas de ayuda humanitaria. Conversaba con una pareja de ancianos a los que conocía. La mirada de Carmelo refleja cansancio, dignidad y resignación. Sus ojos ya no buscan promesas, pero aún conservan memoria de lo que siempre ofrecieron. Los de María recorren el mundo con una pregunta callada: ¿cómo llegamos a esto, después de tanto?

De pronto, una algarabía desentona con el ambiente. Un grupo de chiquillos pasa corriendo. Uno de los niños enarbola un papel como si fuera una bandera. Ríen, saltan, gritan…

Una imagen común que desentona en ese rincón del mundo. Antoñito me cuenta entusiasmado, que Juancito se ha encontrado un dibujo en la caja. Pero no logra seguir porque un emocionado Carlitos llega para mostrarnos un colorido dibujo que le ha tocado a él, justamente a él.

El corro se agranda, los dibujos nos invaden. Pero de pronto aparece un pequeño cuento y Anita, su dueña, llora maravillada.

Tapachula ha quedado atrás. El albergue y sus tristezas se ha quedado atrás. Los colores de los dibujos y los cuentos inundan el espacio. Y todo está bien. “Más que bien” como diría Antoñito, porque las sorpresas no mueren ese día. Se reproducen al día siguiente, y al siguiente…

Nadie sabe quién los hace ni cómo aparecen en las cajas pero lo cierto es que unos apasionados chavales han recuperado la esperanza de ser seres privilegiados. Y se prestan los tesoros entre ellos para sentir que la vida es más dulce.

A pesar de mis investigaciones, no logro enterarme de quién o quiénes son los autores. El secreto se mantiene firme, pero en los pasillos del albergue de acogida para personas migrantes de Tapachula, las ilusiones se contagian y los dibujos se comparten.

Expectantes, los niños esperan las cajas de ayuda humanitaria que llegan casi todos los días y tratan de copiar los dibujos en el suelo con unos trozos de madera que han quemado, convirtiéndolos en carboncillos. ¡La imaginación al poder! Un grupo ha decidido escribir los cuentos que recuerdan de pequeñitos, de cuando vivían en su pueblo con toda la familia, abuelos, tíos, primos…

Luisita me ha dicho que cuando sea grande va a escribir cuentos para niños y para grandes, porque a los grandes también les gustan.

Y la dulce Anita me ha confesado que el dibujo que a ella le ha tocado, con una casita, unos árboles y las estrellas sonrientes, le ayuda a dormir, a no tener miedo.

La muerte no es la mayor pérdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de ti mientras vives. Nunca te rindas. En cualquier momento, un ser anónimo puede hacer el milagro.

 

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