Agosto
mes bendito para algunos y maldito para otros por diversas razones. Bendito
para aquellos que dejan atrás la ciudad y maldito para quienes sufrimos de los
calores. Este año decidí quedarme y trabajar. La oficina estaba tranquila y
hasta habíamos establecido turnos de teletrabajo, aunque más de uno veníamos
por el aire acondicionado el día que nos tocaba tele trabajar. Jornada
intensiva y un ambiente relajado, no estaba del todo mal.
Cuando llegaba el fin de semana la
ciudad se quedaba más muerta todavía, en esos días aprovechaba para visitar las
bibliotecas o los museos, que como habéis acertado en ellos también se está
fresco.
Una tarde de domingo, decidí irme uno de los parques más grandes de mi ciudad, cogí el metro y
mientras leía se sentó alguien a mi lado. No depare en quien era hasta que me
saludo.
─ Fernando ¿Eres tú?, que alegría verte.
Su sonrisa ilumino el vagón y es como si
nos hubiéramos visto el día anterior.
Noor y yo habíamos crecido juntos en el
mismo barrio, fuimos al mismo colegio y al instituto. Compartimos muchos buenos
ratos, tardes de juegos fuimos grandes
amigos durante mucho tiempo. Comenzamos hablar de los viejos tiempos, de todos
los recuerdos compartidos, de lo que había sido de nuestras vidas.
Cuando atardecía acabamos sentados en
las escaleras del polideportivo donde cuando éramos niños jugábamos.
Recordamos el último domingo, aquel que
precedía al comienzo de las clases y aunque ya era septiembre para nosotros
hasta aquel día duraba el verano. Y ese domingo era eterno. Sabíamos que cuando
nos volviéramos a ver el mundo sería otro. Como si nosotros no fuéramos los
mismos. Siempre hacíamos el mismo pacto
de sangre, que el año siguiente al acabar el colegio volveríamos a vernos y a
vivir todas aquellas aventuras que se nos habían quedado en la imaginación.
Ella saco un libro de su mochila, y me
lo entregó. Se titulaba el último domingo. Quería que lo leyera detenidamente y
le diera mi opinión. Nos tomamos de la mano y caminamos los últimos pasos que
separaban nuestros caminos. Entonces juramos que volveríamos a vernos el
próximo verano. Ella me dio un beso y se alejo entre la gente mientras me daba
cuenta que no habíamos intercambiado los móviles. Es como si hubiéramos hecho
un viaje en el tiempo. Y aquella fue la última vez que la vi.
Unos días después la nostalgia y septiembre
me llevaron a una exposición sobre los románticos me llevo a la
biblioteca de mi antiguo barrio, allí me encontré a Marcos, un antiguo amigo.
Le hable del encuentro con Noor. El me miro varias veces y me pidió que
esperara al cierre y nos tomábamos una cerveza.
Noor había fallecido en agosto en un
accidente de tráfico mientras regresaba de vacaciones. A sí que era imposible
que le hubiera visto me dijo, seguro que me había confundido. Me ahorre
contarle lo de la tarde que pasamos, lo del libro, que busque y ciertamente
estaba a la venta y me lo había dedicado. Sin duda no había querido faltar a
nuestro último domingo. Y aquí estoy escribiéndole una respuesta en forma de
novela, con la esperanza de entregárselo, un último domingo y con la esperanza
que vuelva para que pueda dárselo.
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