GALA DE PREMIOS 47ª Ed. Autor Anónimo

El graderío se iba llenando de espectadores, aros concéntricos de cuerpos expectantes en torno a un entarimado donde ya esperaban los últimos autores de la temporada. Eran veintinueve en total, todos vestidos con una amplia capa que distorsionaba su físico, la cabeza cubierta por una capucha y el rostro oculto tras una máscara veneciana, inidentificables unos de otros. Se hallaban en pie formando un círculo en torno a un reloj de arena, verdadero centro del espacio y de la atención de los presentes, instrumento de mecánica imparcial que desgranaba los segundos libre de pasiones y urgencias, ajeno a la ansiedad de cuantos le rodeaban. Ni los tañidos de las campanas anunciando la llegada del nuevo año provocarían entre los presentes tanta expectación como lo hacía aquel pequeño objeto de vidrio y madera. Con el último grano cayó un manto de silencio sobre el recinto, espeso como la tinta. A través de la única puerta de acceso hizo su entrada el maestro de ceremonias, portando la pluma ...

Faz, de Anónimo 02 (Firmado como Ñu)

 


 

“Ojo”: “Atención, cuidado o advertencia que se pone en una cosa.”

(Acepción número 16 de la definición de “Ojo”. Diccionario de La Lengua Española)

Decorando la falda del monte, el pueblo se escalonaba. Las casitas de colores evocaban tiempos inexistentes de Gente Menuda y desde el punto más alto, en su Iglesia románica de Santa Inés hasta la cumbre y el monumento al Corazón de Jesús, discurría el Vía Crucis jalonado por cedros antiguos. Los dos mil setecientos habitantes vivían dedicados a los oficios tradicionales: escoberos, sastrería, marroquinería, horneros, carpinteros y ebanistas, toneleros. Sin contar con la presencia del médico, algunas damas de sanidad de apoyo, la boticaria, el cura y un cabo de Los Migueletes y su subalterno raso en el bonito fuerte medieval.

El abuelo de Gabino siempre le decía que los habitantes eran muy longevos, y para compensar esa bendita cualidad, la forma de llegada de los últimos instantes en La Vida era rara. Se trataba del “Embozadito”, al menos en los últimos dos siglos, porque en los anuarios de la iglesia, no constaban anécdotas. Llegaba un momento en que irrumpía un forastero en el pueblecito vestido de manera muy humilde y tocado con un sombrero muy ancho de paja y un pañuelo cubriéndole la boca y nariz para evitar trasegar el polvo del camino. Únicamente se le intuían los ojos, sin detalle, por el ensombrecimiento de sus cuencas. El largo abrigo que arrastraba por la tierra permitía según el abuelo, que se transmutara en mujer –“Embozadita”–si quien iba a fallecer era una anciana.

Gabino era incapaz de comprender qué clase de hecho asombroso permitía tanto suspense y anonimato y por qué no habían detenido en el trascurso de las décadas al vagabundo para conocer quién era. El abuelo, comprensivo y sabio, le daba la razón en lo tocante a que acaso fuera un papel teatral repartido secretamente por gentes del pueblo de tiempos lejanos –porque nadie vive tanto tiempo, de ninguna manera podía ser la misma persona. –

Gabino se asustaba lo suficiente, dentro de un orden, para no acabar sintiéndose cobardón. El abuelo puso la guinda, con una información final. En ocasiones inusuales se nota que el vagabundo ha llegado por unos versos tradicionales que tararea al llegar a los arrabales del pueblo:

                          “Paro los ojos,

                           Los ojos, sí, los ojos: que descreo

                           Del que los hizo para tal empleo”

En sus casitas de colores, a puerta cerrada, los habitantes escuchan con una mezcla de temor, maravilla y diversión a deshora. Los tiempos inexistentes de Gente Menuda, parecen más cercanos, porque ellos se sienten gnomitos asustados, febriles enanitos. Como nadie se pone enfermo, no advierten a quién le tocará irse al otro mundo: ¡Fallece alguien muy mayor de pronto!

Gabino pasa sus días en familia, trepando por las rocas, enamorado de la hija del maestro –que, contra todo pronóstico, le hace ojitos–y ha quedado con ella la noche de la verbena.

A plena fanfarria, cuando las panderetas más arrecian, ella le hace una seña sonriente y ambos deciden ir a las ruinas del camposanto antiguo. La luna está preciosa, pero más bonita es la carilla de la chica. Los labios se aprestan y el almíbar surge en sus juventudes. El beso no tiene parangón por ser el primero, por su deliciosa duración y porque ha detenido el tiempo con elegancia. Huele a lavanda, lilas y a melocotón. La verbena queda cerca, pero no escuchan los pasodobles ni el griterío de los mozos, ni tan siquiera los disparos de arcabuz que los del retén de Los Migueletes efectúan como salvas festivas por las celebraciones campestres. La noche es un beso grande e inocente.

Gabino cree que ya es tarde y no quiere indisponer a la familia de ella si no la ven durante tanto tiempo y hace amago de deshacer el abrazo mutuo en el que están viviendo eternamente (¡una vez más la desconocida y anónima cualidad de longevidad de los lugareños del pueblo modesto!)

Ella también colabora pues le dice curiosa:

–“¡Escucha Gabinillo!”

Desde el silo del pueblo, surge envolvente un ripio, no distinguen ambos qué palabras son; aunque es sorprendente que, con tanto jolgorio popular, se hayan dado cuenta del bisbiseo.

Gabino besa la frente de la mocita y la anima a regresar a las danzas populares con todos, que enseguida va él. Gabino tiene un pálpito.

Se descuelga precipicio abajo para llegar antes al silo y entonces, Sí, escucha:

                            “Paro los ojos,

                             Los ojos, sí, los ojos: que descreo

                             Del que los hizo para tal empleo”

Por la senda deambula un hombre. Gabán de color caqui, sombrero de paja de ala anchísima.Y ojos inclasificables. De una cabriola, Gabinillo (¡tiene miedo y se siente identificado con el diminutivo de su mocita!) se planta frente a él. El señor, embozado con un pañuelo oscuro, repite sus versos. Sus labios se intuyen bajo el embozo. Gabinillo de pensar en los labios de ella, se envalentona y de un zarpazo, echa el pañuelo por tierra. El rostro es una mezcla de faces: a algunas las ha visto en daguerrotipos del museo de la iglesia, todas se muestran con la rapidez de un entretenimiento de feria, pero son de muertos. Él, no tiene más que ojos, y es un anónimo pedestal de cera. Aunque a Gabinillo, y cumpliendo su ancestral misión, le muestra una cara. La de la persona que va a morir.

Su abuelo.

Comentarios

  1. Lo que más me ha gustado es la atmósfera de fábula rural. Y todo está en concordancia. La historia y sus personajes. Tiene ese sabor antiguo y de historias contadas por los abuelos llenas de hombres del saco, camuñas y un sinfín de personajes que variaban según la zona.
    ¡Suerte!

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  2. Hola Anónimo 2 (Ñu). Me ha gustado tu propuesta, tiene un sabor de relato de pueblo, una mezcla de ingenuidad, amor y fatalidad. El "embozadito" o "embozadita" es una leyenda inquietante. Muy triste que al final el que vaya a morir sea el abuelo. Muy bien contado. Enhorabuena.

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  3. Hola, Juan, enhorabuena por tu relato y premio. Muy bien conseguido el tema, los personajes, la ambientación, etc.
    Pero quería preguntarte por ese 'OJO' del inicio, qué sentido tenía, por qué lo pusiste, en fin, todo eso...
    Gracias.
    Un abrazo. 🤗

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    Respuestas
    1. ¡Excelente Propuesta! : El Óculo tiene relación con el último párrafo, pues a la postre el psicopompo llega un instante que deja de tener importancia dentro de la soturna comisión que le lleva a todos los lugares con misión luctuosa aparejando faces....¡¡¡Lo que es eterno en Él verdaderamente suyos son los ojos "inclasificables" "Él no tiene más que ojos", las faces cambian!!! El lector no lo sabe, y con pícara intención he anticipado con la cita para que luego se dé el gusto de relacionar. En cuanto a la forma de la cita, he deseado que sea prosaica y de algo de un uso tan común como el diccionario, por dos motivos. Yo cuando las utilizo, suelen ser de mucha enjundia y poesía o enigma. De cara al asunto de ANONIMATO preferí la autoría del diccionario, pues no es un autor físico concreto, se diluye su foco. Y por supuesto para advertir al lector con el significado concreto de "precaución" pues no se trata todo en el texto de dar la cara......🤣🤣🤣 Gracias Salada, por interactuar en este texto donde los ojos también cobran una prosopopeya alucinatoria incluso en la poesía interior.
      ¡Recibe Mis Consideraciones Más Satisfechas y Felices!
      J u a n E l P o r t o v e n t o l e r o.🇪🇸💎

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    2. Ahhhh vale, yo lo interpreté por lo del aviso al lector que tú comentas también, pero veo que tenía más enjundia todavía (como tú dices). No te has dejado nada en el Tintero, y nunca mejor dicho. Enhorabuena por tu trabajo.
      Un abrazo. 🤗

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  4. ¡Cáspita! ¡¡¡ Comentario Anónimo y de Doña A n a : Mil gracias por vuestro apego ❤️! (estoy tan despistado y tengo tan poco tiempo por lo lúdico del verano, que de milagro casi veo estas tres estupendas reflexiones vuestras y de purita carambola he podido sacar tiempo para agradecer vuestra cortesía a Las Tres)
    S e m p e r J u a n 🧛‍♂️

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  5. ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Y Felicidades !!!!!!!!!!!!!!!!!! [no te digo: Estoy en las nubes 😂 😂 😂 😂 😂 🇪🇸 👁️ ]

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  6. [si a alguien que pase por aquí dejo sin contestar, que no me lo tome a mal: Soy un zapatiestas 🤪 🏞️ ]

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