Al entrar en esta sección, Matilda emite un sonoro «¡Oh!» al leer el título Escritores entre rejas.
—¿De verdad ha habido escritores en la cárcel?
—Los escritores no dejan de ser humanos.
—¡Ya sé que son humanos! —A Matilda no le hace ninguna gracia que la traten con condescendencia—. Me refiero a que… no sé, siempre he pensado que alguien capaz de escribir una historia nunca podría ser una mala persona como mis padres.
—Nadie es del todo bueno ni del todo malo, al menos no siempre. Además, ¿sabías que algunos comenzaron a escribir gracias a que pasaron un tiempo en la cárcel?
—¿De verdad? ¡Eso tengo que verlo!
—Caramba, alguno sí era malo de verdad.
—Ja, ja, ja… sin duda.
—¡Eh! Yo a este le conozco —dice señalando una foto de Hemingway—. Leí hace tiempo El viejo y el mar y me pareció precioso. ¿Quién aparece a su lado?
—Scott Fitzgerald, un gran escritor que una vez le pidió algo realmente peculiar.
—¿Qué fue?
—Humm, es un poco ridículo —intentamos evitar el tema—. Oye, ¿sabes que entre estos autores hay uno que quizá era más rápido escribiendo que tú leyendo?
—¡Imposible!
—Quizá no tanto…
Tras conocer estas anécdotas, Matilda no pudo evitar reír a carcajadas.
—¡Qué tontos! Anda que medir sus...
—¡Chist! Que esto lo leen niños.
—¿Y yo qué soy?
—Bueno, queremos decir que… los escritores son muy peculiares.
—Ya me doy cuenta, no quiero imaginar como sería si se juntaran en plan novios. ¡Saltarían chispas!
—La verdad es que hay de todo, Matilda. Son como esos animales que viven gracias a unirse a otros, algunos cooperan y otros se aprovechan.
—Simbiosis y parasitismo. Así se llaman esas relaciones.
—No dejas de sorprendernos.
—¡Puff! ¡Qué complicados sois los adultos! Menos mal que siempre seré una niña.
—Ja, ja, ja… Las cosas del amor son complicadas y si le añades la escritura lo son doblemente.
—Lo que no acabo de entender es esa imagen —dice Matilda señalando una en la que aparece un tipo con látigo y sombrero—. Ese es Indiana Jones.
—¡Bien visto! Al menos su silueta. Dime una cosa, ¿has perdido alguna vez algo que realmente te importara?
—Una vez perdí mi lazo, pero me puse otro. —Entonces Matilda tuerce el gesto—. Lo que sí recuerdo fue una vez que mi padre destrozó un libro de la biblioteca. ¡Me dio tanta rabia que abrí mucho los ojos y fundí la televisión!
—¡Ostras! ¿En serio?
—Ya os he dicho que sé hacer cosas muy chulas. Pero, ¿qué tiene que ver eso con Indiana Jones?
—Imagina que lo que pierdes o desaparece es el manuscrito original de tu propia obra. Qué, de repente, todo el trabajo realizado se esfuma y nadie podrá leerlo.
—¡Qué horror!
—¡Qué cabeza! —exclama Matilda—. Olvidarse su única copia en un taxi. Menos mal que otros llegaron a recuperarla. ¡Qué tragedia que Cien años de soledad se la hubiera llevado la lluvia!
—Sin duda que lo sería.
—¡Eh! ¿Es ese Stan Lee? ¿También fue escritor?
—Quiso serlo y pensó que su paso por el cómic sería transitorio, algo con lo que empezar a conocer el mundo editorial.
—Adoro los cómics.
—Claro que sí, pero hubo un tiempo en el que se les consideró algo poco digno para que un escritor serio se dedicara a ellos.
—¡Qué tontería!
—¿Qué te ha parecido Matilda?
—Alucinante… Humm, ¿recordáis que os he dicho que sé hacer cosas muy chulas?
—Sí, y la verdad es que cada vez nos tienes más intrigados.
—¡Pues es un superpoder!
—¿Tu capacidad lectora e inteligencia?
—¡No! Eso no son superpoderes. Os lo demostraré, pero necesitaré un bol, leche y unos cereales.
—Salgamos a ver qué encontramos.
Qué entradas más trabajadas publicas. No tienen desperdicio, qué cantidad de información, datos curiosos, anécdotas...
ResponderEliminarGracias, Jose. Si hay algo que compita con la fascinación de una buena historia es conocer un poquito a su creador. Y desde luego que los grandes de la Literatura tienen anécdotas para dar y tomar. Un abrazo
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