Regresamos a nuestra estantería donde nos esperan los libros que nos han inspirado en cada edición. De momento solo hay cuatro estantes ocupados de maravillosas novelas. Matilda repasa uno por uno, repitiendo el título y el autor, en unos suspira por el recuerdo de su lectura, en otros paladea la promesa de futuras delicias.
—¡Wow! Drácula, Rebelión en la granja, Crónicas Marcianas…. ¡Alicia!
—Sí, a todos ellos fuimos en temporadas pasadas.
—¿Podemos visitarlas ahora también?
—¡Sería eterno! Tal vez en otra ocasión, ahora te proponemos que cojas esa novela de ahí.
Matilda obedece sin rechistar y lee:
—1280 Almas de Jim Thompson. ¿Y ahora qué? ¿Cómo entramos en él?
—Antes has dicho que cuando quieres soñar cierras muy fuerte los ojos, ¿verdad?
—Sí.
—Pues cerremos muy fuerte los ojos a ver qué pasa.
Cuando volvemos a abrirlos observamos un pequeño pueblo de la Norteamérica profunda.
—¡Ostras! Es un pueblo como el de las películas del oeste.
—Más o menos, Matilda. Es Potts County y aquí comenzamos la temporada.
—¿Y tienen un sheriff?
—Desde luego que sí, aunque un sheriff al que mejor no acercarnos demasiado. Se llama Nick Corey. Mira, es aquel que se dirige a la pensión en la que nos alojamos entonces.
—¡Vamos tras él!
—Vale, pero no te separes demasiado, Matilda.
—¿Por?
—Bueno, digamos que ese tipo nos inspiró unos relatos protagonizados por psicópata.
—¡Menudo tipo! ¡Casi prefiero a la señorita Trunchbull! Al menos a ella se la ve de frente.
—Es lo que tienen los psicópatas.
—Asesinos en serie. No todos los psicópatas matan a la gente.
—Eres un poco repelente, ¿eh?
—¡Ja, ja, ja! Lo que me dejó un poco triste fue la vida de Jim Thompson. ¿En serio su papá se burlaba de lo que escribía?
—Así es, pero también le sirvió de inspiración para las novelas que escribiría años más tarde. ¿Te apetece conocer una regia mansión en el campo llamada Manderley?
—¡Wow! ¡Sí!
—¡Qué pena! ¿De verdad murió Rebeca?
—Se dice que solo morimos realmente cuando nadie se acuerda de nosotros. Así que Rebeca sigue viva en cierto modo. ¿Qué te pareció la señora Danvers, Matilda? ¡Vaya bicho, eh!
—Un poco mala sí era, pero en el fondo todo lo hizo por que no podía soportar la ausencia de Rebeca. A veces el amor nos lleva a hacer cosas espantosas.
—Sin duda que se nota que has leído mucho, Matilda.
—¡Pero también consigue algo tan maravilloso como recorrer toda Inglaterra solo para pedir matrimonio a la escritora de una novela que te enamoró!
—Ja, ja, ja… Así es Matilda, Daphne du Maurier fue protagonista de un cuento de princesas. Venga vamos a buscar una historia más divertida. ¿Conoces a Wilt?
—Humm… No.
—Entonces te va a encantar, tanto la novela como la vida de Tom Sharpe.
—¿Qué es lo que tiene este señor de la foto?
—Esto… una muñeca hinchable.
—¿Una muñeca hinchable? ¿Y a qué puedes jugar con ella?
—Ejem, vamos a verlo mejor.
Matilda estalla a carcajadas.
—¿De verdad que ese tipo quería oleros el trasero? ¿En serio os quedasteis encerrados en un cuarto de baño con ese hombre enganchado a la muñeca hinchable por la pilila?
—Palabrita del niño Jesús. Fue una gala muy loca.
—¡Surrealista diría yo! Ja, ja, ja… ¡Qué gracia tenía ese Tom Sharpe!
—Supo encontrar el sentido absurdo de la vida y reírse de ella. Casi siempre, la Literatura funciona como un refugio para evitar que nos volvamos locos. O para escapar de una vida en la que no somos felices como le sucedió a la autora de la siguiente novela.
—La maldición de Hill House, ¡suena terrorífica!
—Ni te imaginas.
—Matilda, ¿estás bien?
—Sí.
—¿Quieres un vaso de leche? Estás un poco pálida.
—No, no es nada.
—Tranquila, lo que nos pasó allá solo es una ficción. Te prometemos que nadie se quedó encerrado en esa mansión.
—No, no es eso.
—¿Entonces?
—Es Shirley Jackson. Me dio mucha pena. Sus padres eran como los míos.
—Nunca lo tuvo fácil. Su vida fue muy amarga. Pero oye, ¡que estamos en una celebración! ¿Quieres conocer otra vida digna de una película de Hollywood?
—Vale —dice sonriendo mientras se seca el borde de los ojos.
—Pues prepárate a conocer a Roald Dahl. ¿De verdad te sigue sonando vagamente?
—Ji, ji, ji
—¿Y la gala de premios dónde está?
—Aquí, aquí mismo, Matilda.
—Entonces, ¿habéis sabido quién era desde el principio?
—Ajá.
—Vosotros sí que sois unos mentirosillos.
—Ja, ja, ja.
—¿Y a qué lugares iréis el año que viene?
—De momento estamos pensando, la primera novela ya la tenemos reservada. Pero todavía nos quedan cuatro destinos por decidir. ¿Se lo preguntamos a los amigos que nos están leyendo?
—¡Sí!
—Mira, ya te han traído el bol, la leche y los cereales. ¿Nos muestras ya eso que sabes hacer tan chulo?
—¿No os estáis olvidando de algo?
—¿De qué?
—A ver, ¿esto es un concurso de relatos, no?
—Así es.
—¿Y en los concursos no hay una entrega de premios?
—¡Ostras, es verdad!
Comentarios
Publicar un comentario