De inmediato, Matilda consigue ser el centro de atención de todos los que nos encontramos aquí reunidos ¡y somos unos cuantos! Se la ve radiante yendo de un lado a otro. De repente se detiene y dirige la mirada hacia una de nuestras dependencias.
—¡Quiero ir allí!
Señala nuestro Taller de Relatos.
Todavía huele a tinta y papel. Por supuesto, está un pelín desordenado. En las mesas descansan los paquetes de folios y libretas, las papeleras están llenas de bolas de papel con historias cuyo momento no había llegado todavía o que habían sido la semilla de otras mucho mejores. Tampoco faltan manuales de Narrativa llenos de Post-it.
—¿Es aquí donde nacen vuestras historias?
—Ja, ja, ja… Más o menos. Alguien dijo que siempre es bueno contar con un espacio en el que la musa te encuentre. Pero habitualmente nos pillan en el momento más inoportuno. Por eso siempre debemos llevar una libreta, un cuaderno de ideas como los bautizó un escritor estupendo llamado Roald Dahl. ¿Lo conoces?
—Humm, creo que he leído algo de él… ¡Charlie y la fábrica de chocolate! ¡Me encantó! —Matilda comienza a husmear los cuadernos de ideas—. ¿Y siempre se os ocurre algo? ¿Qué pasa si un día os sentáis y no sabéis sobre qué escribir?
—Bueno, hay dos opciones: desesperarte o ponerle remedio.
—¿Cómo?
—Hay muchos trucos. ¿Quieres que te mostremos algunos?
—¡Síiiiiii?
—¡Wow, sí que hay trucos! Yo cuando estoy aburrida lo que hago es cerrar los ojos muy fuerte y comienzo a soñar que vivo las aventuras de las novelas que he leído, o pienso en alguna trastada que hacer a mis padres o a la señora Trunchbull.
—Eso no está bien.
—¡Es que no los conocéis! ¡Se lo merecen! —Matilda nos dirige una sonrisa pícara—. Cuando me enseñéis todo os muestro cómo lo hago.
La verdad es que nos deja un tanto expectantes, pero cuando vamos a preguntar qué es lo que hace, Matilda vuelve a la carga.
—¿Y cuando tenéis la idea os ponéis a escribir inmediatamente?
—No tan rápido, antes tenemos que decidir quién cuenta la historia.
—¡El narrador!
—Exacto, el narrador. Hay muchas posibilidades y puntos de vista desde los que contar una historia como nos explicó Rocío de Juan en esta entrada.
—¡Ostras! ¡No me había fijado en que se pudiera contar una historia de tantas formas!
—Ahí está el secreto: en que no se note mientras lees.
—Es verdad. Las historias que más me gustan son aquellas en las que no me doy cuenta de que estoy leyendo.
—De eso se trata.
—¿Y sabéis qué me encanta sobre todo?
—Me parece que te gustan tantas cosas que no sabríamos adivinarlo.
—Cuando llego al final de un capítulo o de una novela y el protagonista está punto de hacer algo, o cae en una trampa, o…
—¡El Cliffhanger! Precisamente de eso nos habló Ruth Rodríguez: de cómo dejarnos al borde del abismo.
—¡Ah! Pensaba que el suspense solo era algo que utilizaban las historias de miedo o de detectives.
—El suspense es esencial en cualquier historia, Matilda. Humm, ¿dices que has leído muchas historias de miedo? ¿No eres muy pequeña?
—Precisamente por eso he leído muchas. ¿No conocéis el cuento de esos hermanos abandonados por sus padres y que una bruja quiere comérselos? ¿O aquella niña que se la zampó un lobo?
Ciertamente, la literatura infantil tiene mucho de miedo.
—Oye, Matilda. ¿Quieres ver algunos truquillos para conseguirlo?
—¡Me encantaría!
No se nos escapa que, tras esta ración de miedo, Matilda se queda un tanto ojiplática. Así que cambiamos de tema.
—¿Sabes qué otra cosa es muy importante para escribir? —Matilda nos mira expectante—. Los diálogos.
—¡Los adoro!
—Pues en esta entrada hablamos de los diálogos de un director de cine muy famoso.
—¡El de Pulp Fiction!
—Ejem… sí, el de Pulp Fiction.
—¡Yo sé imitar muy bien cómo bailaban!
Matilda se contonea y se pasa la mano con los dos dedos en forma de V por los ojos. No podemos evitar acompañarla; unos, haciendo de Uma Thurman, y otros de John Travolta. Acabada la canción nos pregunta.
—En los diálogos siempre me fijo en su puntuación. ¡Qué difícil me parece!
—Para nada, L.M. Mateo nos visitó y nos lo explicó de rechupete.
—¡De rechupete! ¡Qué viejos sois!
—Jo, no sabía que para escribir hiciera falta saber tantas cosas.
—En realidad es secundario, lo importante es escribir palabra a palabra.
—¡Eh! Eso lo dijo Stephen King.
—Caramba, desde luego que sabes mucho, Matilda.
—¡Qué curioso es este hombre!
—Bueno, la verdad es que los escritores son gente un tanto peculiar y con anécdotas muy divertidas. ¿Te apetece conocer algunas?
—¡Síiii!
Caramba si os ha dado de sí ele taller de relatos, me apunto la página para releerme estas entradas. ¡Hay mucho qué aprender!
ResponderEliminarGracias, Jose. La verdad es que este año hemos tenido invitadas de lujo de las que hemos aprendido mucho. Un abrazo!
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